El refugio

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OPINIÓN/La piedra de Sísifo (04/10/2016) – Uno de los “legados” que, en la década de los 80, la administración Reagan dejó al mundo, es la producción con fines poco recomendables de la bomba de neutrones. Su “encanto” se basaba en producir unos daños mínimos a edificios e infraestructuras y una muerte segura a todos los seres vivos que, durante las primeras 48 horas,  encontrara a su paso la radiación emitida. Hasta el fin de semana pasado, nadie sabía con certeza si había sido probada fuera de ensayos a pequeña escala. Ahora ya lo saben: En la madrileña calle Ferraz, los edificios, aceras, mobiliario urbano y demás enseres, están en perfecto estado pero ha desaparecido todo atisbo de vida alrededor del número 70, donde se situaba la sede del Partido Socialista Obrero Español. Los especialistas TEDAX desplazados al lugar de la deflagración albergan fundadas sospechas de que se trató de una suerte de autoinmolación pero siguen investigando los hechos y, sobre todo, las consecuencias que pueda tener para el resto de la población de ideario socialista.

Cuando han sucedido este tipo de situaciones, a escala local la tendencia natural es a equivocarse. Extrañamente se piensa que si se hace un buen trabajo, la gente, los vecinos, los votantes al fin y al cabo, se darán cuenta, lo valorarán positivamente y terminarán por dar su confianza a quien se ha esforzado en mejorar su ciudad y, trabajar solo con ese supuesto, suele tener consecuencias catastróficas. Salvo alguna excepción, que la hay, lo habitual es que el gesto de coger una papeleta, meterla en un sobre e introducirlo en una urna, venga condicionado por la tendencia sociológica de turno, a su vez, muy influida por el soporte mediático que haya disfrutado o padecido.  Vivimos en la era tecnológica y la globalización informativa (y desinformativa) fabrica y destruye “juguetes” a gran velocidad, quedando la eficiencia de la gestión local en un doloroso segundo, tercer o cuarto plano, siempre supeditado a la virulencia o amabilidad del último titular a nivel nacional.

Hoy, ahora, en este instante, la tendencia general es el proceso (auto)destructivo del partido socialista a quien, unos dirigentillos de medio pelo intelectual venidos a menos, por miedo a perder su estatus o por un quítame allá esos pactos, han decidido que un partido con ciento y pico años de historia o es suyo o de nadie y lo han metido en la sala de despiece para malvenderlo públicamente ante la estupefacción de sus fieles y el regocijo de sus rivales.  Esa destrucción irá a más y bien harían sus gentes de buena fe en buscar un refugio antes que el tsunami se los lleve por delante.

¿Un refugio? A mi juicio, discutible, como todos; ya está tardando el PSOE de Getafe (en otras ciudades que se preocupen ellos) en crear una “marca blanca”, registrarla legalmente como partido político con todos los pronunciamientos legales, poner al frente a alguien intelectualmente solvente, semidesconocido en el ámbito político, aunque popular en otras facetas, y lanzarlo al mundo con la firme intención de concurrir a las próximas municipales. Por una parte se constituirá en refugio para todos aquellos ciudadanos que tengan la tentación de cambiar el sentido de su voto, dividirá las simpatías por sus rivales y, en caso de ser necesario, tendría unos apoyos fieles en el Pleno de los que ahora carece.

Eso es una gilipollez, estarán pensando algunos; más que dividir al rival, dividirán el voto propio. Quizá, pero de lo que se trata es de dar salida a un escenario de descomposición rápida a escala nacional, que ya es imparable, y hacerle frente con eficacia a nivel local con el añadido, además, de que, si no lo hacen ellos, lo van a hacer otros probablemente menos amigables.  De toda la vida, cuando han caído bombas, los refugios han salvado la vida de muchos inocentes. Aprendamos la lección.