Hablemos de mí (pero poquito)

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¡Albricias! Alguien ha atendido mis calladas súplicas ¡Por fin!

GETAFE/La piedra de Sísifo (10/01/2017) – He descubierto que aún queda gente con una mínima capacidad de observación y me congratula. Un ser benéfico se ha percatado del sufrimiento que acarreaba, monte arriba, escribiendo esta torpe fabulación semana tras semana; de la enorme dificultad que supone acertar con la tecla apropiada cuando, tras la máscara, el vaho de la respiración te empaña las gafas y de vencer la tentación de asomar tímidamente la cabeza por el marco de la puerta, saludar con la mano y decir: ¡Eh! Que soy yo…

Un ilustre miembro del coro de serafines se ha dignado a fijar sus bienaventurados ojos sobre mi humilde estampa y me ha llenado de gozo. Su dedo poderoso me ha señalado y, con arrobo, escudriño mi interior buscando cuál puede ser la causa de tan inmenso honor. Ha dirigido a mi humilde figura las más dulces palabras que haya percibido el oído humano y me pregunto qué méritos he podido contraer para hacerme acreedor de tal distinción. Es, sin duda, su generosidad legendaria la que mueve los hilos y la que ha decidido que llegó el momento de abandonar mi secular ostracismo y mostrarme al mundo sin careta ni artificio. Gracias.

Gracias porque, acertada o equivocadamente, creí que mi condición de trabajador público (desde hace casi 34 años) podría suponer un problema a la hora de expresar opiniones sobre cualquier asunto concerniente a la vida pública de nuestra ciudad, pensé que podría incomodar a alguien o, quizá, a mí mismo. Supuse que, siendo dos actividades completamente diferentes e inconexas, pudiera pensarse que la profesional interfiriera en la vocacional o viceversa, confundirlas a ojos ajenos y no poder desarrollar con independencia ni la una ni la otra. Probablemente fuera un error y lo cabal sea desarrollar cada cual con la solvencia y ecuanimidad de que sea capaz.

En una permanente búsqueda del aprendizaje, partía del convencimiento sesgado de que, el sentido del humor, es lo que nos distingue de los animales. Ahora he comprendido que no. Lo que ningún animal (irracional) sería capaz de hacer es escribir un tratado plúmbeo, prolijo, pedante y detallado del insulto impotente y sus múltiples variaciones con un elemento en común: en la ofensa entran en juego dos partes, el ofensor con su voluntad y el ofendido con su sensibilidad y, aun siendo sobrada la primera, no existe la segunda. Sí es cierto que me llama la atención la “patafísica” e, incluso, me hace gracia algún tratado al respecto pero, el terreno que considero insuficientemente explorado y donde, habiendo eruditos especialistas, tampoco pienso aventurarme, es el de la apasionante metepatafísica. A cada uno lo suyo.

Si es verdad que “la grandeza de un hombre se mide por la talla de sus enemigos” quien se ha fijado en alguien insignificante como yo para hacerme su enemigo, da muestra clara de su grandeza infinitesimal o descomunal pequeñez. Yo, sin embargo, elijo con cuidado mis amigos y con un mimo infinito mis enemigos y, para este caso concreto, me alegra comunicarle que no ha sido elegido.

Fermín Álvarez de Luna Gómez, aunque seguiré firmando como Sísifo.

2 Comments

  1. Fermín

    10 enero, 2017 at 15:04

    Tienes razón: Me aburres

  2. Juan Manuel Alcalá

    10 enero, 2017 at 12:15

    Te aburres mucho. Y no copies. Que eso de fijarte en esta pobre alma, ya lo hemos dicho nosotros. Y como trabajador público y director de un centro cívico deberías callarte con respecto a algunas cuestiones como si hay que preocuparse por la salud de los editores, mandar a los exalcaldes al geriátrico o si hay darles cáñamo a las asociaciones de vecinos díscolas. Y si quieres hacer política, dimite de tu sueldo en el pesebre y da la cara como hacemos muchos. Pensando y buscándonos la vida. No rodando por el lodo tu cerebro.