Reflexiones sobre el nuevo fascismo contemporáneo en la gran España

Lo que llamamos «crisis de la democracia» no ocurre cuando la gente deja  de creer en su propio poder, sino, al contrario, cuando deja de confiar en las élites, en aquellos que supuestamente saben por ella y proporcionan  las pautas a seguir, cuando sienten la ansiedad de sospechar que «el (verdadero) trono está vacío» y que la decisión es ahora realmente suya.

Slavoj Žižek, ¡Bienvenidos a tiempos interesantes!

GETAFE/El rincón del lector (05/11/2017) – Hace tiempo observé las nuevas dinámicas del fascismo españolista; pero nunca indagué en ello. Este pequeño ensayo contribuirá a ordenar mis pensamientos, y va dedicado a los y las manifestantes antifascistas de Getafe del día 4 de Noviembre.

Tratar al fascismo moderno como un arcaísmo de los años 30 es un error. Se ha escrito del totalitarismo fascista primitivo, pero no tanto del moderno, nos centraremos en las nuevas formas que mutaron del primero. En las sociedades modernas y en los sistemas que permiten de forma latente el fascismo; necesario para las élites: estabilidad política, social y económica.

Recientemente en la cuestión catalana ha aflorado el fenómeno proteccionista de personas de toda condición pero sobre todo obreras, y precarias, aunque no se consideren de esta clase, debido entre otras causas a que su identidad es autodesalojada por el esencialismo y la exaltación nacional-patriótica, y el rechazo a la sociedad civil manifiesto; por la suplantación de los poderes políticos y empresariales, –el neofascismo actúa cómo subalterno para las élites, una masa sin contenido, que busca el acomodamiento del patrón y por ende la recompensa de éste.

Los fascismos nuevos rechazan la dialéctica y auto-asumen la verdad de las apariencias, en las Democracias coartadas del capitalismo neoliberal.

El nuevo fascismo español tomó de sus predecesores la mistificación en la historia, truncándola y cambiándola (del Cid Campeador, Don Pelayo, “El rey nos regaló la democracia”, “Franco era un abuelillo que hacía pantanos y por eso tenemos agua”).

Recientemente escuché en la radio a un reconocido periodista diciendo que España la inventaron los romanos y se la pasaron a los visigodos. El nuevo fascismo adoctrina con simplezas y sin capacidad crítica.

Alardear de falta de empatía nubla la razón, para comprender y entenderse con los otros. La voluntad exaltada no es en sí para el fascista new age, sino que es depositada en la masa acaudillada.

El fascismo primitivo evolucionó hacia el imperialismo liberal, y cuando este último está en crisis de régimen, retoma la apariencia mutada, como la cara y la cruz de la misma moneda, dependiendo del momento histórico.

El nuevo fascismo carece siquiera de dogmas academicistas, se retroalimenta de voceros públicos, de opinadores esporádicos y de masas, pero sobretodo de chorradas; GIFs animados que se lanzan viralmente por mensajería instantánea, la alineación se vuelve muy persistente, con una visión miope para la crítica de la sociedad y la cultura. Al nuevo fascismo como el viejo, no les gusta esta definición a lo italiano, y prefieren usar nombres individuales y específicos. Otros incluso llegan a negar que son fascistas, hay ejemplo de esto, gran parte de la sociedad española del 78, de un día para otro, se acostó fascista y franquista y se levantó demócrata. ¿Alguien se lo cree? Citaré a Boaventura de Sousa: «Estamos ante sociedades formalmente democráticas y socialmente fascistas».

He de reconocer al nuevo fascismo oculto, y desvelar su estrategia maestra: “La política de identidad” consignada para un único fin: que los otros grupos oprimidos y minoritarios jueguen a la cuestión identitaria, y se fragmenten en competencia. Hay cosas que nunca cambian: las banderas, muchas banderas. La voz de la que carecen los patriotas se oculta detrás de estos trapos.

Se autoafirman identitariamente pero sin tener muy claro qué es el patriotismo, a un patriota que durante semanas colgó la bandera españolista, le pregunté aspectos del escudo, si sabía qué significaban las columnas, los cuatro escudos y la flor de lis del centro: me dijo que no, que no tenía ni idea, y que no le importaba saberlo. Entonces comprendí: el poder está en la ignorancia de éstos, y que su patriotismo consistía en eso (poner una bandera en el balcón) y nada más.

Redacción Getafe Capital