Síndrome de Tourette: qué es y cómo tratarlo

GETAFE/Rincón psicológico (12/06/2018) – El síndrome de Tourette se caracteriza por la aparición de numerosos tics. Dichos tics se manifiestan en forma de movimientos (parpadeos, gestos faciales, torsiones corporales…) o vocalizaciones (carraspeos, sonidos guturales, repetición de lo que oyen, uso involuntario de palabras malsonantes y/o obscenas…) que aparecen de forma involuntaria y repentina, aunque de forma irregular, pudiendo en ocasiones desaparecer durante una temporada. Estos tics pueden también resultar exagerados (por la frecuencia y la intensidad), fuera de contexto y sin que estén dirigidos a un objetivo en concreto. A menudo, aumentan en situaciones de estrés.

Aunque sigue siendo bastante desconocido y sigue considerándose una enfermedad rara, lo cierto es que estudios internacionales han mostrado que es más frecuente de lo que se pensaba, afectando a aproximadamente al 1% de niños y adolescentes de entre 5 y 18 años. Sin embargo, debido a que en la mayoría de los casos la sintomatología es leve y disminuye con la edad, no siempre se diagnostica, con lo cual el número de casos podría ser superior. Los niños tienen mayor posibilidad de padecer el síndrome que las niñas.

Aunque tradicionalmente se ha considerado un trastorno de origen psicológico, el Síndrome Tourette es una patología neurológica pudiendo estar relacionada con la aparición de ciertos problemas en algunas regiones cerebrales y alteraciones en las sustancias químicas. Aunque en ocasiones se desconoce el origen de este síndrome, la causa genética parece la más probable. Además, se estima que el 90% de los casos suele estar asociado a otras patologías como TDAH (trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad), TEA (trastornos del espectro autista) o TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), lo que puede conllevar dificultades de aprendizaje.

Aunque a día de hoy no existe una cura para este síndrome, si existen algunos tratamientos que podrían aliviar la sintomatología, sobre todo cuando ésta interfiere en la actividad de la vida cotidiana. Cuando los síntomas son leves, la persona que los padece no suele necesitar ningún tipo de tratamiento. En los casos más graves, y con el fin de reducir los tics, el paciente puede necesitar medicación.

La terapia psicológica suele ser necesaria en algunos pacientes, sobre todo para tratar de paliar los síntomas de ansiedad y depresión que pueden aparecer asociados a este síndrome. En el caso de aparición de dificultades de aprendizaje éstos deben tenerse en cuenta y debemos tratarlos lo más precozmente posible para evitar que se produzca una situación de fracaso escolar.

Por otra parte, si conoces a alguien que padezca este síndrome, debes saber que tú también puedes ayudarle: no le señales la aparición de nuevos tics, acéptale y no trates de corregirle, no hacer bromas sobre los tics y sobre todo, trata de ser paciente.

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Redacción Getafe Capital