Acuerdos pre o post electorales

¡No armemos líos, la derecha con la derecha y la izquierda contra la izquierda!
El Roto

GETAFE/Todas las banderas rotas (23/01/2019) – Hace tiempo que las próximas elecciones están muy cerca. Y los partidos andan muy preocupados por el resultado de las mismas pero menos –al menos tal como yo lo veo- por lo que pasará después que, inevitablemente, será consecuencia de lo que haya ocurrido antes. Me explico.

Tal como vimos en las pasadas elecciones andaluzas, todo el empeño está puesto ahora (aunque puede trasladarse al momento inmediatamente posterior a la celebración de las elecciones) en alcanzar acuerdos para presentar una u otra lista, bien de un partido, de una coalición de partidos, de una plataforma… Se trata de ver quien tiene la fuerza necesaria para liderar la lista, quién irá de segundo, quién en puestos de salida, cuántos miembros de una u otra formación… Sea como sea, lo habitual es que esas negociaciones solo vayan dirigidas a lo que comúnmente se llama “pacto de investidura”, es decir, para conseguir que quien encabece la lista sea el alcalde o presidente de comunidad. ¿Y después?

Más o menos, después cada cual irá a lo suyo. Pongamos dos ejemplos, uno más general y otro más cercano.

El primero. En el Parlamento español hubo acuerdo para “echar al PP”, interés en el que coincidieron todas las fuerzas de izquierda y alguna de otra tendencia; la moción de censura triunfó y hoy hay un gobierno presidido por el PSOE que, a trancas y barrancas, va sacando alguna cosa interesante pero parece que no conseguirá que se aprueben los presupuestos que ha presentado porque los que apoyaron la investidura, unos por una razón otros por otra (cada cual a lo suyo), no parecen dispuestos a hacer lo mismo con las cuentas presentadas por el gobierno. ¿Cuál es la previsible consecuencia de esta situación? Pues que si, finalmente, los presupuestos resultan rechazados, lo más probable es que haya que celebrar nuevas elecciones con el riesgo de que vuelva al gobierno el PP, eso sí, ahora de la mano de la ultraderecha. Es decir, los que echaron al PP, están haciendo lo posible para que vuelva muy bien acompañado… ¿cómo puede entenderse tal aberración?

El segundo ejemplo lo tenemos en Getafe. Está gobernando el PSOE gracias a un “acuerdo de investidura” con Ahora Getafe (AG) pero, ya desde sus inicios, AG dio muestras de que no iba a facilitar el gobierno de la ciudad. Han pasado los cuatro años en un clima de hostilidad, de ausencia total de colaboración entre ambas fuerzas, AG se ha negado a aprobar los presupuestos al tiempo que exigía que se hicieran cosas para las que hacía falta el dinero que negaba; que conste que no es mi objetivo aquí y ahora señalar culpables sino describir una situación. En mi opinión, hubiera sido mucho más positivo para el conjunto de la ciudadanía getafense el establecimiento de alguna forma de colaboración estable o puntual de gobierno, lo que no excluiría que hubiera desacuerdos ideológicos o de cualquier otro tipo que, lógicamente, ninguna de las dos formaciones deberían ocultar sino, por el contrario, manifestarlos y explicarlos con honestidad de manera que, tanto sus seguidores como los oponentes, supieran por qué hacen o no hacen determinadas cosas.

La izquierda, porque de la izquierda estoy hablando, debería preocuparse mucho más en cómo se puede gobernar a favor de la gente, que en alcanzar el poder simplemente. Esto exige, evidentemente, ganar las elecciones pero, también y sobre todo, tener claro qué se va a hacer después con el poder alcanzado, cómo y con quién se va a colaborar para cumplir las promesas del programa electoral, con quién no se va a pactar y por qué, etc. Dicho de otra forma, es absolutamente necesario que cualquier partido de izquierdas que tenga como objetivo gobernar cualquier institución, nos diga a los ciudadanos hasta dónde está dispuesto a llegar para encontrarse con otros en lo concreto: qué acuerdos, qué desacuerdos, qué liderazgos, que procesos de democracia interna y que alternativas ofrecen. En definitiva, se trataría de salir de las posiciones de defensa –más propio de fuerzas conservadoras- y pasar a la ofensiva. Estar dispuestos a alcanzar acuerdos podría ser el comienzo de una gran amistad, se trataría de establecer líneas verdes en lugar de líneas rojas.

Hablando de estas cosas no puedo dejar de evocar la experiencia portuguesa. Hoy gobierna el país vecino el Partido Socialista con el apoyo parlamentario de sus enemigos íntimos, el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda; ¿cuántas cosas se habrán dejado cada uno en el camino, cuántos pelos en la gatera? ¿Es tan imposible que algo parecido ocurra entre nosotros? En la izquierda en general, pero especialmente en la española, hay muchos expertos en encontrar algún pelo a cualquier huevo y, también, los hay que defienden el Frente Popular de Judea mientras otros están por el Frente Judaico Popular.

Volviendo a nuestra realidad. Me temo que si el presupuesto no se aprueba y, debido a ello, llegamos a unas elecciones y las gana la derecha, asistiremos de nuevo, no a una asunción de respectivas responsabilidades, sino al espectáculo bochornoso y repetidísimo de señalar al culpable: El PSOE dirá que Podemos no ha querido pactar y Podemos dirá que el PSOE ha impedido el acuerdo: otra vez el Frente Popular de Judea contra el Frente Judaico Popular y, mientras, los romanos seguirán imponiéndonos a los ciudadanos sus políticas injustas y regresivas.

Para exorcizar ese peligro me atrevo a sugerir dos cuestiones. En principio, dado que todos, responsables políticos de uno u otro partido y ciudadanos/votantes en general, hemos de entender (y aceptar) que, en la situación actual y futura, los pactos electorales formarán inexorablemente parte del paisaje político, esos pactos deberían ser conocidos durante la campaña electoral (quién, con quién y hasta donde) porque solo de esa forma el votante sabría realmente para qué servirá su voto cuando deposita la papeleta… en lugar de encontrarse con sorpresas indeseadas cuando ya no hay remedio.

La siguiente cuestión es que los responsables políticos han de aceptar, de una vez por todas, que ya pasó el tiempo de actuar sin contar con sus respectivas “bases”, que tampoco basta simplemente con consultar, sino que han de actuar de acuerdo a la orientación que ellas marquen.

No se me escapa que existen evidentes riesgos derivados de asumir estas ideas, pero quienes se consideren líderes y tengan la responsabilidad de dirigir el futuro, han de valorar si negarse a asumir esos riesgos no supone un riesgo muchísimo mayor.

Y esos líderes y dirigentes de izquierda han de tener muy presente otro riesgo: que, de no cumplirse lo anterior, sean muchos los que, recordando al admirado Labordeta, digan ¡a la mierda!

PD: Este artículo fue escrito antes de conocer el episodio de la unión de Manuela Carmena e Íñigo Errejón (o, visto desde otro ángulo, la división de Podemos) y la posterior reacción de Pablo Iglesias Turrión en nombre de Podemos y otros dirigentes después. Supongo que ninguno de ellos ha hecho lo que ha hecho con intención de dividir a la izquierda… aunque sea eso lo que han conseguido.

Por si no fuera suficiente, ahí están Izquierda Unida, Garzón, Llamazares y algunos barones socialistas para echar una mano a la división de la izquierda.