El maldito juego de pactos

El PP, Ciudadanos y Vox cambian la visión del “no saben lo que hacen pero lo hacen”, por el “saben lo que hacen pero aun así lo hacen”.
Aplicación (propia) a la ultraderecha española de una idea de Slavoj Žižek

GETAFE/Todas las banderas rotas (26/06/2019) – He dudado mucho antes de ponerme a escribir, otra vez, sobre las pasadas elecciones. En principio pensé que ya era hora de dedicarse a otras cosas, de hablar de otros asuntos que pasan y nos pasan. Pero, finalmente, me he sentido obligado a analizar, modestamente, ciertas consecuencias, en concreto lo que tiene que ver con los pactos.

En principio, habría que preguntarse qué entiende cada responsable político por lo que significa pactar. Reconozcamos que vivimos en un país raro ya que, por mucho que los políticos en general se llenen la boca repitiendo continuamente que la nuestra es una democracia consolidada y comparable a las más respetables de “nuestro entorno”, pensaban que pactar es sinónimo de fracaso y, si se me permite recurrir al lenguaje vulgar, pactar es lo mismo que “bajarse los pantalones”. Incluso los representantes de la “nueva política” se comportan de la misma manera que criticaban cuando no tenían posibilidades de tocar poder; ahora, ante la ocasión de alcanzar alguna alcaldía o presidencia de comunidad, o aunque solo sea una concejalía o consejería, no solo se bajan los pantalones, sino que hay quien renuncia a sus principios políticos –si alguna vez los tuvieron- intentando convencernos de que se sacrifican por el bien común.

Evidentemente, quien va por delante en este juego es Ciudadanos. Sostengo que, sin restar un ápice de responsabilidad al PP, es quien más está haciendo por facilitar la entrada de Vox en las instituciones; el primero, olvidados ya sus principios (“solo debe gobernar la lista más votada…”), se entrega sin reservas para conseguir lo que no obtuvo en las urnas -¡ay, quién te ha visto y quién te ve!-; y el segundo niega airadamente que haya pactado en ningún sitio con el partido de ultraderecha, a pesar de pruebas, documentos, hechos ciertos…

Ejemplo máximo del tacticismo de Ciudadanos es que exija al PSOE que no pacte con los independentistas catalanes mientras rompe con Valls –su fichaje estrella- por hacer exactamente eso: negarse a dar la alcaldía de Barcelona a un candidato y a un partido claramente independentistas; esto va más allá de la contradicción y la incoherencia, es cinismo.

El PP salió de las urnas con la mayor derrota de su historia, solo el matrimonio con Vox en Madrid le permitió mantener las apariencias; pero a lo largo de los últimos días ha seguido celebrando matrimonios con el mismo contrayente en otros muchos lugares y, eso sí, con Ciudadanos de padrino. Hay que reconocer que a la derecha le está yendo bien porque está arrebatando a la izquierda presidencias de comunidad y alcaldías ganadas por esta en las urnas, mediante pactos en muchas ocasiones vergonzantes. Y otra vez vuelve a hacerse presente el cinismo de los dos partidos de la derecha, PP y Ciudadanos, porque obligan a la izquierda a no pactar con los que llaman partidos no constitucionalistas, bien porque quieren “romper España” (los independentistas catalanes), bien porque son “los herederos de ETA” (EH Bildu), al tiempo que consiguen gobiernos en alianza con Vox, partido que, no lo olvidemos, niega principios esenciales de la Constitución como son la organización del Estado en CCAA, la igualdad de hombres y mujeres o la libertad de prensa y opinión, y que está donde está porque PP y Ciudadanos lo han querido y porque la izquierda lo ha consentido.

Es a partir de aquí cuando toca criticar a la izquierda que está permitiendo este juego hipócrita de la derecha y la ultraderecha sin levantar la voz, acogotada. Porque lo que la izquierda debería plantear, públicamente y sin miedo, es que si PP y Ciudadanos, aunque no nos guste a la gente de izquierdas, tienen derecho a llegar a acuerdos con un partido que, aún cuando está en contra de principios constitucionales, es legal, el mismo derecho tiene el PSOE o cualquier otro partido a pactar con los independentistas catalanes o con EH Bildu –tan legales como Vox- aunque no les guste a los de derechas. Si los diputados de Vox en el Congreso o en los parlamentos autonómicos, o sus concejales en los diversos Ayuntamientos son legítimos, igual de legítimos son los de EH Bildu o los independentistas catalanes.

¿En base a qué principio universal o mandato divino hemos de aceptar que si el PSOE pacta con EH Bildu en Navarra va en contra de las esencias de la Constitución y, en cambio, que los pactos de PP y Ciudadanos en Madrid o Andalucía con Vox gozan de todas las bendiciones constitucionales? ¿Por qué el PSOE y la izquierda en general no tienen el coraje de plantar cara a la ultraderecha –y aquí me refiero a PP y Ciudadanos que están ejerciendo de portavoz de Vox- liberándose de ese corsé?

A lo que nos lleva esa actitud transigente es a la desmoralización de la izquierda en general, y de los socialistas en particular, y a un hecho cierto: las posibilidades de que haya gobiernos de progreso en algunos ayuntamientos y comunidades están disminuyendo en relación con las posiciones alcanzadas con los votos. Lo que está resultando de la combinación de miedo o excesiva prudencia por parte de la izquierda, y de absoluta desvergüenza, cinismo y falta de ética de PP y Ciudadanos es el incumplimiento de la voluntad ciudadana expresada en las urnas.

Y el riesgo de que ocurra lo mismo respecto a la formación del gobierno nacional es más que evidente. Pedro Sánchez debería decidir ya si prefiere formar un gobierno progresista -llámese como se llame, con ministros de Podemos o con segundos niveles, a la portuguesa o a la valenciana…- apoyado en la izquierda CONSTITUCIONAL, con un programa (algo de lo que no se habla en este maldito juego de pactos) que responda a los verdaderos problemas de los españoles, o dejarse condicionar por una derecha que no tiene ningún complejo a la hora de despreciar los derechos humanos apoyándose en la ultraderecha que pretende retrotraernos a la Reconquista, a la guerra de la Independencia o a la dictadura franquista.

El papel del resto de la izquierda también es relevante: deberían decidir si rechazan un gobierno socialista y están dispuestos a asumir las consecuencias de ello. Y, en concreto, Podemos, que, en mi opinión, tiene el derecho de exigir estar en el gobierno, pero no es racional hacerlo con el argumento de que esa es la única forma de vigilar a sus aliados porque no son fiables: ¿quién puede fiarse de quien no se fía de su aliado?

Finalmente, Pedro Sánchez debería abandonar, de una vez por todas, la idea de que PP o Ciudadanos se abstengan, no es hora de coquetear con la derecha ni de tacticismos, sino de practicar la alta política, la política de Estado, la que se basa, exclusivamente, en el afán de resolver los problemas de los ciudadanos y en los principios ideológicos de un partido de izquierda con una larga historia, a lo largo de la cual, con todos los errores ciertos que se le puedan achacar, ha acompañado a los españoles en el progreso de nuestro país, con sudor y sangre, más y mejor que cualquier otro.

1 Comment

  1. jose valentin

    26 junio, 2019 at 10:44

    Comparto plenamente la reflexión. Quizás sería mas critico con el PSOE.. quizás pida la abstención de PP o CS bajo el síndrome de » es que sino voy a tener que hacer políticas de izquierda». Muy acertado lo de la desconfianza … incluso aunque se base en la «experiencia»…… y mientras tanto, Franco sigue.. Me refiero, claro, al dictador.