Machado y Cataluña

Estos días azules y este sol de la infancia…
Antonio Machado

GETAFE/Todas las banderas rotas (06/03/2019) – Al comienzo de la década de los 90 del siglo pasado tuve el privilegio de visitar la tumba de don Antonio Machado en Colliure. Intenté explicarles a mis hijos, entonces niños, por qué aquel español ilustre estaba enterrado en Francia y no en su patria, y por qué habíamos ido a visitar su tumba. No fue nada fácil, como tampoco es fácil explicar hoy por qué sigue allí y por qué es la primera vez, desde 1939, que un presidente de Gobierno español ha ido a rendirle el merecidísimo homenaje que se le viene negando desde entonces.

Desde los partidos de derecha y su claque han criticado, claro, este paso dado por el gobierno y su presidente. Crítica injustificada, en mi opinión, ya que era un acto de homenaje obligado, y muy tardío, que le debía, no solo el gobierno, sino la sociedad toda, en el que ha estado representada ampliamente porque estuvieron presentes, además del presidente y otros miembros del gobierno, familiares de don Antonio Machado y de don Manuel Azaña; representantes de presos y exiliados; Nicolás Sánchez Albornoz, preso fugado del Valle de los Caídos y primer director del Instituto Cervantes; Luis García Montero, poeta y actual director de ese mismo Instituto; Almudena Grandes que ha escrito tanto sobre la guerra y el exilio; Ian Gibson, hispanista célebre que recientemente ha publicado un ensayo sobre Antonio Machado; Rosa León y Paco Ibáñez que han cantado muchos poemas del poeta sevillano.

La derecha catalana envió a unos cuantos soldaditos de infantería –no quisieron dar la cara los dirigentes- para intentar deslucir el acto. Me da vergüenza que no les dé vergüenza la falta de respeto que mostraron, no ya al presidente del gobierno español, sino a lo que el acto significaba: el homenaje –seguro que muchos catalanes independentistas se unirían con gusto a él, porque también en ese grupo, como en todos, los hay que tienen cabeza y corazón- a un hombre que, además de ser uno de nuestros más grandes poetas, representa muchas de las cosas que nos hacen tanta falta en la España de hoy: la cultura, la moderación, el respeto a las ideas ajenas, el ansia de diálogo, el deseo de unir a los españoles, el compromiso hasta la muerte con sus ideas. ¿Alguno de los dirigentes independentistas catalanes que se llenan la boca hablando de democracia y libertad podrían explicar que tienen en contra de don Antonio Machado? Si se trataba, únicamente, de mostrar su repulsa al presidente del gobierno, a la política de este respecto al problema catalán o a lo que sea (porque uno ya no sabe, en estos tiempos, de qué hablamos en muchos momentos), ¿podrían explicar por qué era necesario manchar la memoria de don Antonio Machado?

Porque a este hombre lo intentaron denigrar unos españoles que no quieren serlo dándole la razón, sin saberlo, porque es seguro que no le han leído. Son palabras de don Antonio Machado: “De diez cabezas, nueve / embisten y una piensa. Nunca extrañéis que un bruto / se descuerne luchando por la idea”.

En este punto estamos. Se está celebrando un juicio al que no deberíamos haber llegado si los que hasta ahora nos han gobernado hubieran reunido la mitad de las virtudes que representa don Antonio. Porque, a partir de un apretadísimo resultado en unas elecciones catalanas, los vencedores en escaños, que no en votos, hicieron creer a sus seguidores que estaban en condiciones de proclamar una independencia a todas luces ficticia, irreal e ilegal, aun con plena conciencia de que dichas condiciones no se daban. Y el gobierno central, que hasta entonces había practicado el dontancredismo siguiendo la táctica de Rajoy de dejar que los problemas se resuelvan por si solos, decidió que la solución era echar sobre los independentistas todo el peso del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo y de las fuerzas de orden público. ¡Cuánto despropósito por ambas partes! ¡Cuánto desprecio a la política, que se fundamenta en el diálogo, en el debate, en la palabra y que debe ser la única herramienta a utilizar para resolver los problemas de la sociedad!

Durante todo este tiempo hemos oído muchas opiniones al respecto. Pero la que resulta, para mí, más preocupante es la que tira la toalla, la que mantiene que no hay solución posible, y, sobre todo, la que se manifiesta manipulando y engañando a la gente para conseguir beneficios electorales; ¿cómo puede el ex ministro Zoido tener la desfachatez de declarar en sede judicial que no sabía nada de las cargas policiales, que las órdenes debieron partir de los mandos operativos? ¿Cómo puede mostrarse tan indigno al no responsabilizarse de lo que hicieron sus subordinados? ¿Cómo no se le cae la cara de vergüenza? Claro que se ha limitado a seguir los pasos de Rajoy que, por lo que respondió durante su interrogatorio con igual dosis de desvergüenza y falta de dignidad, hay que suponer que el presidente del gobierno era otro.

“El que dirige y acaudilla un partido está en la obligación sagrada, so pena de ser un mal hombre y mal ciudadano, de no abusar de la ingenuidad popular, de no envenenarla ni desviarla, de ser sincero con ella y decirle lo que de verdad piensa, aunque sea un delito lo que se piense, y jamás ocultar la sinceridad del corazón que uno pone al servicio del bien público”. Son palabras de don Manuel Azaña, el otro español ilustre y exiliado al que homenajeó el presidente del Gobierno en nombre del pueblo español, palabras sobre las que deberían meditar Albert Rivera y Pablo Casado; pero también sería necesario, además de honestidad, algo más de cultura, de la que, a menudo, demuestran tener solo un barniz como lo demuestra la frase de Pablo Casado hace unos días en Alcalá de Henares: “…aprovechando que estamos en tierra cervantina, les diré que ladran… luego cabalgamos”, es decir, igual que no fue a las clases del máster, tampoco ha leído a Cervantes.

Claro que habían aprendido bien la lección de José María Aznar, su mentor, que, en 1993, cuando necesitaba construirse un perfil moderado y trataba de situarse en un centro renovador, llegó a decir desde Cataluña que su perfil era “profundamente azañista”. ¡Qué desvergüenza!

El Gobierno central ha venido haciendo esfuerzos, que no podrán tener continuidad por la convocatoria de elecciones, para resolver la cuestión catalana, con más o menos éxito. No veo, por el contrario, la misma disposición de parte del gobierno de la Generalitat y los partidos que lo sostienen. Y más vale no hablar de la actitud egoísta y falta de patriotismo de PP y Ciudadanos. Pero estoy convencido de que en Cataluña hay muchísimas personas que están deseando una señal, un atisbo de racionalidad que ha de llegar de todas las partes. Si don Antonio Machado tuviera alguna capacidad de que su forma de pensar (moderación, respeto a las ideas ajenas, ansia de diálogo, deseo de unir a los españoles…) influyeran en nuestros gobernantes, aún es posible que todos llegáramos a buen puerto.

Antonio Calvete