Una ciudad rural

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La carretera hacia el Cerro de los Ángeles en un Getafe rural

Viajar al pasado en Getafe es viajar al campo. Las zonas campestres, los escasos edificios y los grandes espacios en donde correr, jugar y pasar el día. Getafe, antes de la década de los sesenta, no era muy diferente a otras ciudades de la meseta española. Los nuevos vecinos que llegaban al municipio, procedentes de esas tierras que rodeaban y rodean Madrid, poco se parecían a los que ahora recorren sus calles.

Juan de la Cierva o el Cerro de Los Ángeles eran zonas de descanso, zonas que llevaban a los nuevos ciudadanos de Getafe a su tierra. “No era un prado, pero era un campo, con sus margaritas, amapolas, pajaritos…”, comenta Teresa Castro, una de esas tantas vecinas que dejó su tierra natal para hacer su vida en la ciudad del sur de Madrid, en el barrio de Getafe Centro. “Yo llegué a Getafe en 1951” cuenta mientras observa una fotografía de mayo de 1959 en la que Getafe podría pasar por una ciudad de Castilla-La Mancha o Extremadura. “Es la carretera que iba a Uralita, hacia el Cerro de Los Ángeles”, explica sobre la misma. “Íbamos a llevar a mi marido comida. Él salía del trabajo, y como solo tenía una bici pues íbamos nosotros, la familia, hasta la zona de Construcciones y allí le esperábamos para darle la comida”.  “Es en realidad una imagen rara”, añade, “las jornadas de trabajo en Getafe eran jornadas de sol a sol. Las mujeres estábamos generalmente solas, y el único apoyo que teníamos era la misma gente de nuestro pueblo o algún vecino. Mi marido salía a recoger la comida y a volver a trabajar”.

Momentos que hasta los más pequeños vivían. “Mi hijo”, el mayor, nacido en 1959, “cuando no era tan pequeño, se iba con sus amigos a la zona llamada antiguamente El Campo del Rayo, en la zona de Construcciones y era como si se fuesen muy lejos”. “En todos los alrededores de Getafe todo esto era normal”, comenta, “la gente salía y se iba al campo. Todo esto, antes de urbanizarse, era campo”. Es por eso que cosas tan simples como lo que sería ir ahora a El Bercial, era un logro sin igual. “Tenías que echar el día, porque no había medio de transporte y tenías que ir andando”. Cosas que hacían de Getafe una ciudad rural en su totalidad. “La gente vestía rural. Sabíamos hasta cómo sentarnos en el campo, cosa que no es fácil”, cuenta. “ahora la gente apenas sabe sentarse en el campo, porque no lo ve, y cuando lo ve se cabrea si no ve bancos para sentarse”. “Nosotros prolongamos nuestra ruralidad durante unos años, hasta que vinieron las excavadoras”. El boom de la construcción llegó a Getafe a finales de los años sesenta. La ciudad se vio rodeada de un cinturón industrial que provocó que Getafe aumentase su población llegando a cerca de 90.000 habitantes. “Antes teníamos que ir a la estación a por agua, era todo un pueblo rural completamente y nosotros no éramos gente de ciudad”, cuenta. “Luego llegó el boom de la construcción y esto ya no se podía hacer. Llegaron los edificios por todos lados, las fábricas…”.

Se trata sin duda de una época en la que Getafe era más un pueblo que una ciudad. Las familias comían en el campo los fines de semana, montaban sus picnics… todo para no olvidarse del lugar del que procedían, mientras conseguían adaptarse al que sería su hogar desde entonces. “No es que fuese un divertimento”, añade Teresa, “era una forma de vida”.

Yaiza Díaz - Periodista Grupo Capital