Las muecas de los días, una historia de periodistas entre Asturias y Getafe

FOTO-LIBRO-PARA-CRITICALuís de Sirval es un joven periodista que se despide de su esposa en Madrid y marcha a Oviedo para realizar su trabajo en la España de 1934. “El objetivo era hacer un relato desapasionado y cierto de lo acaecido” (pg 11). Se encuentra con la revolución de Asturias y un tal Dimitri Ivan Ivanoff, teniente búlgaro de la tercera bandeja de la Legión Extranjera… “Veía a su mujer desde el andén de la estación. ¡Ten cuidado! Y agitaba su mano como quien borra la sonrisa de una pizarra invisible por el miedo al futuro” (pg. 25).

Así comienza el texto de las “Muecas de los días”. Esto podría ser el comienzo de una novela negra de ficción. Pero, aquí comienza el juego, todo es perfectamente histórico y documentado.

Más adelante Juan Manuel Alcalá nos pasea por Madrid; por la Casa de la Villa y el pasadizo de San Ginés hasta la Plaza de la Cruz Verde. Y nos introduce en la redacción de un periódico de la época. En esta ocasión podría hacer una crónica. Sin embargo crea ficción con personajes históricos.

“Un lío de huesos” nos lleva a un Getafe con casas de veraneo, a su Casino en la calle Madrid y a la Unión Obrera “lugar de reunión de los trabajadores, que después del tajo, se repletaban de vino barato y aguardiente mientras soñaban con un mundo sin pobres” (pg. 64), un Getafe por donde pasean en la ficción (como antes en la realidad lo hicieron) reconocidos y reconocibles médicos, jueces, Guardias Civiles y alcaldes de la localidad.

Nos pasea en tren, nos lleva a Carabanchel y hay una misteriosa vieja con motocicleta. Un asunto turbio de médicos forenses y periodistas, junto a hombres de trajes oscuros con una “star” de 1919 oculta en la sobaquera.

Esta novela tiene múltiples capas, y se puede leer focalizando su lectura, a placer, pues siempre resulta entretenida. El juguete literario funciona y nunca nos aburre. Un desfile de personajes y situaciones. De buena gente y de falsarios. Dentro de su tiempo y circunstancia…,  visto desde una perspectiva determinada; entre el escepticismo y la ternura (pero para eso, tal vez, hay que conocer al autor; y Juan es mi amigo. Aquí no se engaña a nadie, él es periodista y no me dejaría mentir…).

Todo termina en juicio, repleto de brillantísimos informes oficiales entre declaraciones falsas y un periodista que buscaba la verdad, muerto. “Al pelo también, aquí todo se monta al pelo” (pg. 216). Nada del otro jueves. Las muecas que nos van dejando las injusticias. Pero se recomienda la lectura de esta novela, porque un relato así, no sale todos los días.

Redacción Getafe Capital