Jesús Bonachón, senderista de élite

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GETAFE/La piedra de Sísifo (28/03/2017) – Hay quien piensa, y no le falta razón, que eso de ser concejal está sobrevalorado: Si tenemos en cuenta que los ciudadanos, muy dados al castigo de gónadas, le culparán de cualquier cosa que suceda en su ámbito de responsabilidad; está sujeto a las veleidades del alcalde de turno que, si es caprichoso patológico como el caso de Soler, le tendrá todo el día en un sinvivir de cumplimientos y zarandeos inútiles; siente en el cogote el ponzoñoso aliento del comisario político, con frecuencia enemigo cordial, colocado ad hoc para evitar que se salga del guión establecido por el partido; vive al fresquito de la alargada sombra de la UCO de la Guardia Civil, que le puede interrogar por cualquier prevaricación de nada y que está expuesto al escaparate público de una prensa con la que comparte miradas recíprocas de desconfianza. Efectivamente, ser concejal de Gobierno está sobrevalorado y de la oposición ya ni te cuento.

Quizá por eso, o por otra causa, vete tú a saber, durante los años del “lado oscuro”, el concejal de Mantenimiento, Limpieza, Medio Ambiente, Desarrollo Sostenible y Jardines; Jesús Burranchón Amor, dedicó su valioso tiempo (por el dinero percibido a cambio, valiosísimo) a pasear. Bueno, seamos justos, no solo a pasear, algún reconfortante café también tomó. Es verdad que, despojado de toda capacidad de decisión, no tuvo necesidad de ponerse firme ni de poner firme a nadie e hizo gala de un carácter afable hasta el punto de que el “vulgo” le llamaba Jesús Bonachón (el Amor ya lo traía de serie). El caso es que pasó por una delegación multitarea con 5 responsabilidades concretas, con el único y doloroso sacrificio de mancharse los dedos de tinta a la hora de firmar los documentos que le ponían delante (ni siquiera ha tenido la socorrida excusa de que hacía lo que le decía su marido).

Es verdad que debía compartir espacio, en las dependencias de la Plaza de la Constitución, 3, con una fuerza desatada de la naturaleza, que atendía por el nombre de Sonsoles, conocida en el círculo profesional que la rodeaba por sus numerosas rimas y capaz de hacer la vida imposible al Santo Job.

Cualquier persona en su sano juicio, viéndose acosada desde arriba por el “espíritu de la golosina” y su arrollador brazo armado teñido de rubio, hubiera hecho lo que Jesús Bonachón: huir despavorido y pasarse cuatro años dando paseos, que son muy buenos para la salud y, como todo en la vida, lo que a unos perjudica, a otros beneficia: Las palomas del parque de la Alhóndiga lucen orondas y lustrosas tras haber trasegado hogazas y hogazas desmigadas con mimo por el atento edil.

El espíritu de supervivencia está muy arraigado en el comportamiento humano e, incluso, el argumento de la “defensa propia” tiene su soporte judicial dentro del Código Penal. Lo demás es literatura malintencionada. Ya me gustaría a mí ver a los que tanto lo critican, lidiar a diario con Soler y su trouppe. Ha debido ser horroroso, con deciros que él echaba de menos volver a trabajar (o lo que quiera que hiciera) en FAES. No te digo más…

2 Comments

  1. Gorgonio IV

    28 marzo, 2017 at 8:51

    Mesura, Sísifo, mesura en los juicios, que no es cosa baladí haber sido concejal después de haber pasado por los campos elíseos de FAES, crisol de ideas justicieras, cuna de la intelectualidad cuyo monarca absoluto, el Gran Enfatizador de lo Obvio, reinaba desde las alturas del Olimpo. Triste, a la par de inhóspita, debió ser la experiencia sufrida por este concejal. Cristiana caridad, Sísifo, que eso marca, que el trauma debió ser de aúpa. La cuestión es que no lo aparentaba, ahora que lo dice…

    • Sísifo

      28 marzo, 2017 at 9:07

      top, top, top, … (onomatopeya de golpes de pecho) Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa…