La rebelión de la seda

GETAFE/La piedra de Sísifo (27/03/2018) – La antesala del despacho se había quedado pequeña; cincuenta damas, ataviadas con sus mejores galas, exigían ser recibidas por el Registrador mientras sus anchas faldas pugnaban por alcanzar un lugar de privilegio ante la lujosa puerta de nogal. El murmullo aumentaba mezclado con el intenso fru-frú del roce de pololos, enaguas y seda oriental. Los abanicos no daban abasto.

El secretario, hombre altanero en otras ocasiones, abrió la puerta con timidez temiendo la invasión del enorme despacho del Registrador. Tuvo reflejos al parapetarse tras ella cuando, las representantes de la alta sociedad, irrumpieron imparables y le pareció escuchar el quejido lastimero de la delicada alfombra persa, al sentirse hollada por un centenar de tacones impíos. El Registrador esperaba sonriente y relajado en su sillón de terciopelo rojo, se sentía en estas situaciones como pez en el agua y no tardaría en apaciguar a sus invasoras con esa palabrería enrevesada tan suya, que desmontaba al más bragado de los oradores.

La mujer de más edad, semioculta bajo una capa de polvos blancos y una peluca cobriza, tomó la palabra:

-Registrador, esto no puede seguir así. Desde que se permitió a las mujeres trabajar en las fábricas, ya no queda casi nadie para el servicio; tenemos que poner a las cocineras a limpiar plata y la calidad de sus platos ya no es digna. Cualquier día vamos a terminar comiendo berzas cocidas…

El Registrador interrumpió con un gesto de su mano derecha:

-Queridísima Lady Ana, me consta que la coyuntura no es ideal pero les aseguro que la solución llegará pronto, estamos adoptando una serie de medidas y vamos en la buena dirección.

Lady Ana lo miró desafiante mientras negaba con la cabeza:

-Esto ya lo dijo hace tres años y la situación, lejos de mejorar, ha empeorado. Las pocas mujeres que encontramos ya no se conforman con techo y comida y exigen un sueldo, incluso, las dóciles que trajimos de las colonias, están resabiadas y contestonas…

El Registrador se apoyó relajado en el mullido respaldo:

-Queridas amigas, las haremos tener hijos…

Hizo una pausa teatral para asegurarse que había captado la atención y continuó suave.

Una mujer con una prole numerosa no puede ir a una fábrica a trabajar, disminuirá sus ingresos familiares y, al poco, aceptará cualquier cosa para calmar su hambre y el de sus hijos. Estos cubrirán su hueco en las fábricas por un salario mísero y las mujeres y sus hijas os colmarán de atenciones como nunca. El hambre es un aliado implacable.

Lady Mary, que había estado asintiendo con atención, intervino:

-Pero pasarán años hasta que las aguas vuelvan a nuestro cauce.

El Registrador cerró el debate con autoridad:

-Unas pocas apreturas un tiempo, garantizarán una solución estable para generaciones. Os pido ese sacrificio en aras de la estabilidad de nuestra sociedad y sus valores. He hablado con el abad del monasterio y está de acuerdo con nuestras decisiones; es más, difundirá la buena nueva como el mejor modo de acercarse a Dios.

Las damas que entraron airadas y combativas, dieron media vuelta y salieron ordenadamente, sonrientes y complacidas. El Registrador no tenía rival.