Tonto, sociópata y malintencionado

GETAFE/El rincón del lector (21/01/2019) – ¿Qué intolerable ofensa cometería contra ellos? ¿Cómo, 16 años después, siguen odiándola?

El pasado sábado tuvo lugar el homenaje que la ciudad de Getafe, con casi 16 años de retraso, rindió a su vecina de Las Margaritas, Sandra Palo, cruelmente vejada y asesinada en mayo de 2003. Se descubrió un sencillo monolito azul con una placa que la recordaba con cariño y acudieron al acto sus familiares más cercanos, alcaldesa y concejales, algún representante de la Comunidad de Madrid y un buen número de vecinos que se acercaron a brindarle su recuerdo emocionado.

ACTO EN RECUERDO DE SANDRA PALO. Foto: D.Sinova

Eso ocurrió el sábado a las 12 de la mañana. Desconocemos a qué hora del domingo, algún desaprensivo carente de sentimientos, no tuvo mejor cosa que hacer que verter un bote de pintura amarilla sobre la placa y el monolito dejando patente que, cuando uno cree tener una oportunidad de confiar en el ser humano, alguien se esfuerza por sacarnos del error.

Al ver el triste desaguisado, tuve la tentación de preguntarme por qué, pero de inmediato caí en la cuenta de la tremenda equivocación que supone aplicar una lógica basada en sentimientos y emociones para explicar un acto que, si por algo se caracteriza, es por la ausencia de cualquier atisbo de humanidad.

Ahora, sin embargo, me asalta la duda: Quién se ha tomado la molestia de desplazarse, seguramente con nocturnidad, al parque de Castilla-La Mancha, escudriñar su entorno para comprobar que nadie le miraba y desperdiciar un bote de pintura fabricada, con absoluta seguridad, para otros fines más nobles; seguramente tiene un déficit de notoriedad, entre otros, y busca desesperadamente llamar la atención. Seguramente, en otro episodio de su triste existencia, vea las reseñas de su acto heroico y sonría secretamente para sus adentros sin tener el valor necesario para dar un paso al frente y gritar: “¡He sido yo, qué pasa!”. Seguramente le esté haciendo el juego al vaciar en este texto las sensaciones que me han asaltado al contemplar la triste imagen de la proyección de su propia frustración en un acto idiota. Seguramente, pero yo me estoy quedando a gusto y él no.

El monolito será limpiado, reparado y recuperado su sencillo esplendor original. La memoria de esa muchacha seguirá en nuestros corazones (porque nosotros sí los tenemos) y dentro de la cabeza del “valiente” una duda reconcomerá su cerebro reptil: ¿Lo vuelvo a hacer? Podríamos entrar en una espiral infinita de rencor – reparación – rencor – reparación…, pero confío en que no. La pintura está muy cara y, a lo tonto, a lo tonto, el arrojado boicoteador se iba a dejar un capitalito por una cabezonada estéril.

Redacción Getafe Capital