Sara Arévalo: “Sueño con estrenar Exuvia en el Lorca”

GETAFE/Entrevista (07/06/2021) – Para ella Exuvia es como un hijo. “Ha sido una transformación, un crecimiento, una liberación”. Un espectáculo que nació durante la pandemia que llevaba años fraguándose en su cabeza. Ahora sueña con ponerlo en pie en el teatro de la ciudad en la que la que ha crecido: el García Lorca de Getafe. Si el Ballet Nacional de España es hoy su sustento “Exuvia es mi esencia”.

La carrera profesional de un bailarín está siempre en la búsqueda del equilibrio. Y a sus 31 años Sara Arévalo parece haberlo encontrado. Rememora de forma pausada cómo empezó en esto. “Mi tránsito comenzó cuando era una niña. Con 12 años empecé a bailar en el Liceo Bougour aquí en Getafe. Entonces no era consciente de que viviría por y para ella”. Y así creció dedicándole muchas horas, cada vez más, a la danza. Y llegaron los años de Conservatorio y los sacrificios de preadolescente “salía poco porque llegaba el fin de semana y estaba reventada. Yo no vengo de familia de artistas y desconocía este mundo. Fue una de mis profesoras de repertorio, Cristina Visús, la que me hizo descubrir el Ballet Nacional de España”. Quedó maravillada. “Yo quería estar ahí”.

Poco a poco se fue vinculando con el mundo de la danza. Y tras trabajar con coreógrafos como Rubén Olmo o Antonio Najarro, una pieza del segundo, Arraigo, le dio su primera gran oportunidad. “Ya estaba en 5º de Grado Medio en el Conservatorio. Recuerdo que era una coreografía grupal en la que yo tenía un solo bastante complicado. Con esta pieza fuimos a un certamen a Sevilla. Nos premiaron y recibí una beca de dos años en el Centro Andaluz de Danza. “Fue como mi Erasmus”. Tenía 17 años y un mundo maravilloso se abrió ante ella.

Funky, danza bolera de la mano de la familia Pericet, clases con miembros del Ballet Nacional de Cuba, el flamenco más puro… “Esa experiencia fue un plus, un máster en lo profesional, pero también en lo personal ya que de aquella época mantengo mi núcleo de amigos”. Hasta que regresó a Madrid. Con una formación en danza española y flamenco y muchas ganas de abrirse paso en el mundo de la danza. Su objetivo entonces ya estaba claro: Entrar en el Ballet Nacional de España. “Hice muchas audiciones, pero sin mucha suerte. Soy muy alta y no lo tuve fácil… Mientras cursaba en el Conservatorio Superior de Danza de María de Ávila el Grado Superior lo compaginaba con mi trabajo en diferentes compañías como la de Joaquín Cortés. En una gira con ellos por México encontró el amor. Ahora comparte vida en el barrio de la Alhóndiga con un mexicano con raíces vascas.

Perseverancia

Y a la tercera llegó la vencida. “Si algo me caracteriza es la perseverancia. Estaba obsesionada con entrar”. Llegó a la audición de la mano de Rubén Olmo que había confiado en ella en la Compañía Andaluza de Danza . Entonces Antonio Najarro la seleccionó”. Su sueño se había cumplido pero había que seguir trabajando. “El nivel aquí es brutal”. Era el año 2013.

Con mucho trabajo, ilusión y esfuerzo Arévalo continúa en el Ballet 8 años después. “Lo quiero alargar”. Y pone como ejemplo la carrera profesional de un queridísimo y admirado compañero, Fran Velasco que a sus 45 años sigue al pie del cañón “siendo para mí un referente como bailarín y bailaor” Con el tiempo Arévalo está aprendiendo a “desconectar” aunque reconoce que cuesta cuando tu nivel de exigencia lleva tantos años siendo tan alto. “En el Ballet estoy dirigida, fuera de él puedo ser yo”.

Y en esa búsqueda surgió el espectáculo Zapato, zapatilla. “Aunque mi formación es en danza española y flamenco, me centré en lo primero. Me apetecía mucho el flamenco de tablao. Creamos este espectáculo y la Sala Tribueñe nos dio la oportunidad. Era un reto. Cada proyecto es un aprendizaje. Actualmente con Flamenco a 3 en la Cueva de Lola “sigo aprendiendo y disfrutando del flamenco, un estilo que me mueve por dentro”.

Embajadores de la danza

Para un bailarín ser embajador de la danza por el mundo “es una de las partes más bonitas de la profesión. La gente fuera de España ama la danza, ama al Ballet Nacional de España. En Japón nos esperan a la salida de los teatros para que les firmemos en sus cuadernos; en China apenas aplauden pero impresiona ver las luces de los móviles mientras actúas y en Argentina la pasión es desbordante. Como lo es para los bailarines pisar las tablas de los grandes teatros repartidos por el mundo. “Qué te voy a contar, el City Center de Nueva York impresiona. También el Bunkamura en Tokyo… Pero siempre lo digo, como el Teatro Romano de Mérida ninguno. Es especial”.

Como lo es también para Sara Exuvia. “Este espectáculo llevaba años fraguándose en mi cabeza pero nunca encontraba el momento perfecto para darle forma. Y llegó en pandemia. Exuvia es la cutícula o cubierta exterior (exoesqueleto) que abandonan los artrópodos tras la muda. “Eso ha sido para mí. Transformación, crecimiento, una liberación. Llevaba años anotando ideas en un cuaderno. Todavía lo hago. Di en el clavo con el compositor, Roberto Pacheco. Él creó la música para esta pieza que dura 10 minutos. Sobre el escenario un guitarrista, un trombonista, palmas y un cantaor. Y Sara Arévalo ataviada con un sombrero muy grande con flecos muestra el proceso hasta salir del encarcelamiento “donde estos años he podido estar” hasta liberarse a golpe de seguidilla y con el acompañamiento de los palillos “el instrumento con el que me siento más cómoda”. Además de recibir el 2º Premio Certamen de Coreografía de Danza Española y Flamenco de Madrid por Exuvia, Sara cuenta orgullosa que el reconocimiento de sus compañeros de profesión le hace muy, muy feliz. “Llega en un momento en el que lo necesitaba”. Ahora “sueño con estrenar Exuvia en el Teatro Federico García Lorca. Me encantaría hacer una buena grabación aquí en la ciudad que me ha visto crecer”.

“Tardé entre dos y tres meses en estar fuerte físicamente tras pasar el Covid-19″

“He pasado el coronavirus y a nivel físico estuve varios meses hasta que me recuperé al 100%”. Fue tras el verano, en el Ballet Nacional de España. «Nos contagiamos media compañía. Creemos que cuando ensayábamos con bata de cola y mantón. Tardé mucho en estar en forma, como 2 ó 3 meses. Me fatigaba y me dolía el cuerpo, pero no dolores de agujetas sino cosas raras”. Superado aquello Sara quiere seguir promocionando y evolucionando dentro del Ballet Nacional de España. “Crecer artísticamente, estar a gusto y por supuesto seguir enriqueciéndome fuera. La clave está en encontrar la chispa, la ilusión que te motive a seguir. Yo la perdí durante un tiempo, pero encontré el camino. Soy muy constante. Y también estoy todo el tiempo compitiendo conmigo misma. Los bailarines estamos muy expuestos, siempre tenemos alguien delante que nos juzga… Encontrar tu esencia y conseguir que las críticas destructivas no te afecten es muy difícil. Como lo es también saber controlar el ego. Exuvia para mí ha sido un antes y un después”.