Liderazgo y más democracia

En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario.
Antonio Gramsci

GETAFE/Todas las banderas rotas (06/05/2024) – Con las palabras del título acababa mi respuesta a la carta del presidente del Gobierno hace unos días. En la intervención con que nos anunció su decisión de continuar en el cargo, más allá de buenas intenciones, no he encontrado casi nada de eso. Era de esperar, en mi opinión, no un plan detallado de actividades y tiempos, pero sí más concreción. Quizá un listado de acciones que, aceptando que no es posible fijar plazos, al menos, pudiéramos ver claramente la dirección que el presidente quiere tomar y, sobre todo, una determinación muy firme de abordar los asuntos que señalaba como causas de la crisis que estaba dando por finalizada. No puede ser que después de toda esta movida no ocurra nada.

Nos ha dejado, eso sí, algunas ideas sobre las que reflexionar; no sé donde he leído a alguien que decía que nos ha mandado al rincón de pensar. Doy por seguro que él mismo lo habrá hecho en esos cinco días, pero ¿se lo exigirá ahora a su Gobierno y al partido que dirige?; ¿y quién se lo puede exigir a los dirigentes del resto de los partidos políticos?

Porque es cierto, como nos dijo en su discurso del día 29 de abril cuando nos comunicó su decisión de continuar en la Presidencia del Gobierno, que “o decimos basta o esta degradación de la vida pública determinará nuestro futuro condenándonos como país”. Y que “confundir libertad de expresión con libertad de difamación es una perversión democrática de desastrosas consecuencias”. También tiene razón cuando nos dijo que no se trata de una cuestión ideológica y que hablamos “de respeto, de dignidad, de principios que van mucho más allá de las opiniones políticas y que nos definen como sociedad”.

Lo que viene después me sorprende: “Solo hay una manera de revertir esta situación: que la mayoría social, como ha hecho estos cinco días, se movilice en una apuesta decidida por la dignidad y el sentido común, poniendo freno a la política de la vergüenza que llevamos demasiado tiempo sufriendo (…) Se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser. Y creo que nuestro país necesita hacer esta reflexión colectiva”; “De hecho, durante estos cinco días ya hemos comenzado a hacerla. Una reflexión colectiva que abra paso a la limpieza, a la regeneración, al juego limpio”; “Apelo, en consecuencia, a la conciencia colectiva de la sociedad española”; “Hoy pido a la sociedad española que volvamos a ser ejemplo, inspiración para un mundo convulso y herido”. Es decir, carga sobre la sociedad lo que, en mi opinión, le corresponde, en primer lugar, a él y a su Gobierno, posteriormente a todo la clase política de todos los partidos y, finalmente, por supuesto que sí, al resto de la sociedad. Echo en falta una de las dos partes que en mi respuesta a su carta –disculpen que vuelva a citarme- pedía como algo necesario e inexcusable: liderazgo.

Solo en la frase final hay una referencia que, para mí, es escasa porque se envuelve en lo que llama “rechazo colectivo”: “Pongamos fin a este fango de la única manera posible: mediante el rechazo colectivo, sereno, democrático, más allá de las siglas y de las ideologías, que yo me comprometo a liderar con firmeza como presidente del Gobierno de España”. Es decir, pide a la sociedad que actúe y solo entonces ejercerá su liderazgo.

Retomo el segundo párrafo de este texto: ¿Qué exigencias concretas se exige a sí mismo, a su gobierno y a su partido? ¿Va a hacer algo para que el resto de partidos y dirigentes políticos se unan a esas exigencias?

Los ciudadanos no aguantan más agresividad, más mentiras, más desinformación programada. Me voy a permitir escribir algo así como una carta a los reyes (magos, por supuesto) con solo cuatro párrafos señalando algunas cuestiones que me parece necesario abordar con más urgencia que otras y que el Presidente debería haber señalado con precisión el día 29. Evidentemente hay más pero bastarían para empezar.

  1. Acabar con el clima bronco, lleno de insultos, ataques personales y mentiras en que se han convertido las comparecencias en el Parlamento, todas las reuniones de políticos con periodistas o cualquier intervención en las redes sociales. Es verdad que unos son más “broncos” que otros, pero eso no es relevante: lo relevante sería que quien considere que insulta menos, ataca menos o miente menos, fuera el primero en abandonar esas prácticas.
  2. Devolver la dignidad a las instituciones. Esto supone que nuestros representantes respeten al Congreso de los Diputados y al Senado porque son los depositarios de la soberanía nacional, desterrando no solo las mentiras, los ataques personales y los insultos como en el caso anterior, sino comprometiéndose a tratar únicamente de aquello que la Constitución manda: hacer las leyes, aprobar los Presupuestos y controlar al Gobierno. Todo ello con el respeto que nos deben a los españoles que estamos allí representados. La Cámara de los Comunes británica cuenta con unas normas de comportamiento que incluyen sanciones; quizá deberíamos contar con algo similar.
  3. Debe resolverse de forma inmediata la anomalía constitucional y democrática que supone la no renovación del Consejo del Poder Judicial. Cualquiera que, debiendo participar en dicha renovación, se niegue o ponga obstáculos para ello debería ser denunciado ante el Tribunal Supremo. Porque esta cuestión tiene, en mi opinión, dos caras: una, el incumplimiento del artículo 122 de la Constitución; otra, la falta de respeto evidente a toda la ciudadanía española.
  4. Sería muy buen momento para desarrollar formas de participación de la ciudadanía que superen lo que debería ser el final de ese proceso participativo continuo: la votación cada cuatro años. Este proceso debería darse en todos los niveles: estatal, autonómico y municipal. Quizá –y digo solo quizá porque no creo en milagros- así los ciudadanos se interesarían un poco en la política.

¿Y cuál sería el método para llevar a cabo estas y otras cosas que deberían regenerar nuestra democracia? En mi opinión, primero  respeto: al adversario, a las instituciones y a la verdad. Luego, más democracia. Finalmente, diálogo, diálogo y diálogo. Vuelvo a hacer la propuesta que ya hice en un artículo anterior: Pedro Sánchez –si es verdad que quiere liderar la regeneración- debería llamar a Alberto Núñez Feijóo para reunirse las veces que hiciera falta, y, de forma discreta, sin publicidad, negociar sobre todos los asuntos en que mantienen diferencias. Estoy convencido de que este método daría frutos positivos.

Y con esto se acaba mi carta a los reyes magos.

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