
GETAFE/Deportes (22/12/2025) – Desde Getafe hasta la élite internacional, este vecino rompe con cualquier estigma a base de raquetazos. Su historia va de comerse un 6-0 la primera vez que cogió una raqueta de padel a llorar en un Mundial y de por qué su silla de ruedas es, en realidad, un Fórmula 1.
Si pasas por el Sport Indoor de Getafe, es probable que escuches un sonido rítmico, seco y constante. Poc, poc, poc. Es el sonido de la constancia. Allí, entre cristales y césped artificial, entrena uno de los mayores referentes del pádel en silla de este país. Se llama Óscar Agea, vive en el barrio de Los Molinos y es una máquina competitiva.
En un mundo obsesionado con poner nombres a todo, Óscar se rebela contra las categorías. “Soy deportista sin adjetivos”, sentencia con la tranquilidad del que sabe lo que vale. Y lleva razón. Cuando le ves moverse por la pista, “como un gato detrás de la luz”, una de sus metáforas favoritas para describir su concentración, te das cuenta de que el apellido “adaptado” se queda corto. Porque, como él mismo dice: “Cuando entrenas mil horas, cuidas tu alimentación al milímetro y te preparas mentalmente para la competición, las etiquetas sobran”.
Nadie nace siendo un crack, y la historia de Óscar tiene un comienzo que podría desmotivar a cualquiera. Su relación con el deporte nació hace ya 20 años de la mano de la Fundación También, una entidad que lleva un cuarto de siglo demostrando que el deporte es para todos. Un día, en un torneo, le lanzaron el guante: “Oye, Óscar, que se te dan bien los deportes, ven, échanos una mano que somos pocos”. Él había jugado al baloncesto en silla con anterioridad.
El escenario estaba listo para el típico montaje de película donde el protagonista descubre su talento oculto y gana el primer día. Pero la realidad fue otra: “Un doble 6-0 en contra. Paliza absoluta”. Aquel resultado, lejos de hundirle, le animó. “Me di cuenta de que el pádel era tremendamente divertido, pero que requería curro, técnica y, sobre todo, horas de vuelo”.

Para él, entrar en la pista es mucho más que golpear una bola amarilla; es terapia pura. Son “dos horas de descanso mental” en las que los problemas de fuera, las facturas y el ruido cotidiano desaparecen. En ese rectángulo de 20×10, solo existe el ahora.
“La cabeza influye muchísimo”, asegura. “En décimas de segundo tienes que decidir fuerza, efecto y dirección. Te olvidas de todo para centrarte en la bola”. Es esa capacidad de abstracción la que separa a los buenos de los mejores, y Óscar ha trabajado duro para estar en el segundo grupo.
Aunque sus raíces están en el mítico barrio madrileño de Orcasitas, donde seguramente muchos recuerden al chaval que iba en monopatín por las plazas, Óscar es hoy un getafense más. El amor (su mujer es de Getafe) le trajo hasta aquí, concretamente al barrio de Los Molinos.
Getafe no es solo donde duerme; es donde se forja. Óscar se deshace en elogios hacia su club, el Sport Indoor, al que considera su casa y donde le tratan de lujo. Y no es para menos. Getafe se ha convertido en una especie de Silicon Valley del deporte inclusivo. “Es de las pocas ciudades de toda España que organiza dos torneos de esta disciplina”.
Esto no es casualidad. Hay un ecosistema que funciona. Óscar destaca el apoyo real –no de postureo– del Ayuntamiento y del concejal de deportes, Javier Santos. “Se nota que él también ha sido deportista, que juega al pádel”, comenta Óscar. Ese “idioma común entre políticos y atletas hace que en Getafe las cosas pasen”.
El pádel en silla no es barato. “Si una pala pro ya pica en el bolsillo, imagínate el coste de una silla de ruedas deportiva hecha a medida. El material deportivo es caro de por sí”, explica Óscar.
Este es uno de los grandes muros para los chavales jóvenes que quieren empezar. Por eso, en Getafe funciona una economía circular de la solidaridad. En el Sport Indoor tienen sillas de prueba para los novatos. Si el chaval se engancha, la comunidad se mueve: “Le hacemos alguna cosa para ayudarle a que compre una silla de segunda mano de otro compañero”, cuenta Óscar. Es una red de apoyo invisible pero imprescindible.
Pero Óscar quiere ir más allá: Conseguir recursos. “Yo tengo la suerte de contar con patrocinadores potentes, pero sé que no es lo habitual”. Busca democratizar el acceso al material, ayudando a quienes tienen menos recursos a conseguir esas sillas que son, literalmente, sus piernas en la pista.
Cuando le preguntas a un deportista de élite por su mejor momento, sueles esperar que te hable de una medalla de oro. Óscar, que es deportista internacional y ha vestido la roja, tiene dos recuerdos que definen su carrera, y son muy distintos.
Haber representado a España en un Mundial, después de haber luchado tanto para que su deporte creciera, le rompió. “Lloré como un niño pequeño”, confiesa. “Es una sensación increíble verte representando a tu país después de tanto esfuerzo”.
El segundo recuerdo es más íntimo y tiene lugar en Salamanca. Allí, hace años, consiguió ponerse número 1 por primera vez junto a un compañero con el que tenía una química especial. El trofeo no era una copa de plata brillante, sino una pieza hecha de arcilla por los chicos de la asociación organizadora. “Quizás estéticamente sea el menos… pero es el que guardo con más cariño”, admite. Es la prueba de que, en este deporte, el valor humano pesa más que el metal.
Detrás de cada saque y cada volea hay una infraestructura personal que no sale en las fotos. Para Óscar, ese pilar es su familia. Su vida cambió radicalmente hace 8 años con el nacimiento de su hija, lo que le dio una nueva perspectiva sobre las victorias y las derrotas.
Y luego está su mujer, auxiliar de enfermería en el Hospital de Getafe. Ella es la MVP en la sombra. Óscar reconoce que, “sin su sacrificio, sin su esfuerzo con nuestra hija y de la logística para que él pueda viajar y competir, sería muy difícil”. Es un trabajo en equipo donde no siempre se juega con raqueta.
Óscar no quiere ser un héroe, quiere ser un referente de normalidad. Le gustaría que los medios dieran más importancia al pádel en silla, no por caridad, sino por espectáculo y función social.
“Para los jóvenes que estén pasando por un momento duro, que acaben de sufrir una discapacidad o que simplemente no sepan qué hacer, su invitación es clara: “Venid al Sport Indoor, probad una silla, y ved lo que pasa. Da igual la edad –hay veteranos de 60 años dándolo todo– y da igual el nivel”.
Nos despedimos de él con una frase que bien podría ser un lema de camiseta para empezar el año nuevo con fuerza. Es simple, pero viniendo de alguien que transformó un 6-0 en un campeonato Mundial, cobra otro sentido: “Nada es imposible, lo que hay que hacer es intentarlo”.