Campaña: la hora de las medallas

Cuando llegan las elecciones los políticos visten su mejor sonrisa, se ponen el traje de ciudadanos y salen a repartir besos por las calles a la caza y captura de cualquier voto perdido que sea susceptible de ser atraído aunque sea por fuegos fatuos. La ciudad se viste de fiesta, los problemas se olvidan, el dinero que antes se racaneaba, parece que vuelve a fluir para dar la sensación de que todo lo malo ha pasado, que la crisis es historia, que un voto bien vale el centavo que te pide el vecino.
Es la hora de las medallas, que se obstinan en plantarse en el pecho a sabiendas de que ni son merecidas ni se ha trabajado para conseguirlas. ¿Qué se inaugura un polígono como Los Gavilanes que ya estaba urbanizado y que únicamente quedaba recepcionarlo? Medalla al pecho. ¿Qué durante cuatro años hemos mareado el desarrollo de La Carpetania pero los tribunales nos han obligado a llevarlo adelante? Premio para nosotros que ahora apostamos por él. ¿Qué la gente pasa hambre, las asociaciones de salud se mueren y cada vez hay más pobreza energética? Retorcemos las cifras de manera inverosímil para vender que tenemos el presupuesto más social. ¿Qué doy una charla comparando Bilbao con Getafe y su gran apuesta cultural que ni en sueños se cree el propio alcalde? Pues aprovecho y ya me adjudico el mérito de la Universidad, del Hospital, del Obispado… y a poco más, fui el artífice de traer el tren a Getafe y crear el Cerro de los Ángeles. Que en elecciones nada está de más y es el momento de olvidar todo el tiempo perdido en los últimos años.
Las campañas electorales son fuegos de artificio, donde se pone en juego el arte de los gobernantes para pintar de rosa lo que siempre ha sido gris y el de la oposición para tratar de llevar un punto de realidad a los delirios de los que gobiernan. Tanto es así que en muchas ocasiones los rivales dramatizan la realidad, la pintan de un negro demasiado oscuro o hacen propuestas de lo que será el mundo feliz en el que gobiernen a sabiendas de que no dejan de ser ensoñaciones. Algunos dicen el qué harán y no el cómo; mientras otros ponen empeño en el cómo pero sin hacer propuestas concretas más allá de vaguedades. Asistimos en estos meses a primeras piedras apresuradas, inauguraciones de lo que sea, actos que cobran repentina importancia con presencia de autoridades locales buscando fotos y votos. Es el tiempo del postureo, de la sonrisa forzada, de bajar de la carroza y de pisar la calle.
Las campañas electorales no son baladíes e intentan ganar la voluntad y el voto de los ciudadanos, que a veces se dejan engatusar (o no). El mayor poder del vecino reside en un papel: el que se introduce en la urna. Ahí está el objeto de desvelos de los políticos. Es el arma más poderosa con la que se cuenta. Hay que utilizarla bien.

Redacción Getafe Capital