Cuando el alcalde Juan Soler salió a la puerta del Ayuntamiento portando la pancarta “Yo soy Charlie” en repulsa por el atentado cometido contra el semanario humorístico francés, algo se revolvió en el periodismo local. Cuando se atenta de forma permanente contra la libertad de prensa, de expresión, contra el derecho a la información, resulta muy poco ético y a la vez insultante colgarse la medalla de la solidaridad con este medio, tan duramente castigado precisamente por eso: por defender la libertad de expresión. Hasta en ese momento le faltó pudor al alcalde.
Juan Soler ha llevado el control de la información hasta límites insospechados, imponiendo el pensamiento único, ahogando la libertad y la crítica; a Soler únicamente le gusta el aplauso, la democracia y la libertad bastante poco. Su primer arma, la publicidad. Administrándola arbitrariamente según intereses partidistas a lo largo de toda la legislatura, utilizando a las empresas municipales para premiar o castigar y siempre dejando a un lado a GETAFE CAPITAL.
Desde junio de 2011, este medio no ha recibido ni un solo anuncio de las múltiples campañas publicitarias que se han desarrollado en el Consistorio. Ha sido una actitud discriminatoria bajo la que subyacía el afán de ahogar al medio más crítico con la labor de Gobierno. Lo consiguió… pero solo en parte. Soler no esperaba que cuatro años más tarde GETAFE CAPITAL siguiera en la calle y en la red sacando sus vergüenzas. No se libran de las presiones los propios anunciantes de este medio, que han recibido ‘insinuaciones’ no demasiado veladas para que se retiraran. Tanto debe molestar esta publicación que desaparece misteriosamente de organismos oficiales, de buzones, de sitios públicos… En su día ya mostramos cómo se escondían en el cuarto de la fotocopiadora nuestros ejemplares, en una campaña que aún hoy en día sigue vigente. Hay que silenciar la voz discordante. Es la práctica habitual de este alcalde.
Porque la escalada ha seguido subiendo. El derecho a la información se ha vulnerado una y otra vez, en cada ocasión que este medio ha solicitado documentación, datos, y no digamos ya entrevistas. Silencio administrativo. Incluso se le han negado unos pliegos de condiciones de un concurso abierto. Pero aún hay más. Desde que las preguntas incómodas (como los viajes de Soler a París pagados por la empresa implicada en la operación Púnica, Cofely) han provocado más revuelo mediático del que puede controlar el alcalde, a GETAFE CAPITAL se le ha vetado de los desayunos de prensa. “Es un acto privado”, argumentó el alcalde que fue reprobado por estas actitudes antidemocráticas ante el Pleno. Un acto privado, pagado con fondos públicos, en el despacho municipal de Alcaldía, para tratar asuntos del Pleno de Getafe. Parece que Soler tiende a confundir lo privado y lo público, porque comer habitualmente en restaurantes de Madrid en fines de semana tiene más pinta de ser asunto privado, aunque esto no deja de ser una opinión: el dato claro es que en restaurantes se ha gastado casi 150.000 euros. Tampoco le ha gustado a Soler que GETAFE CAPITAL haya hecho público ese dato.
Al final, el perjudicado es el ciudadano, al que se le restringe su derecho a la información. Es la auténtica víctima de unas actitudes sectarias que recuerdan otros tiempos y otros modelos muy alejados de la democracia. Luego están las fotos, las pancartas, el colgarse la medalla de la indignación y gritar “Je suis Charlie”. Demostrarlo es otra cuestión.