Cataluña: responsables y víctimas

GETAFE/El rincón del lector (05/11/2017) – Por más que, desde fuera, haya una gran parte de la población que diga que no le afecta; que lo resuelvan los catalanes que es cosa suya; si quieren irse que se vayan y nos dejen en paz…; lo que está ocurriendo en Cataluña nos importa a todos. Y porque estoy convencido de que nos afecta a todos y, por tanto, a los getafenses, me atrevo a exponer aquí mi opinión sobre este asunto.

Desde hace un par de meses, más o menos, venimos contemplando, en vivo y en directo, una serie de sucesos difíciles de asimilar: un referéndum declarado ilegal que un gobierno legítimo (el catalán) quiere hacer pasar como válido, mientras que otro gobierno igual de legítimo (el español) pretendió impedirlo mediante la fuerza policial. Una pseudo declaración de independencia que, unos segundos después, el mismo que la declara dice que está suspendida. Un intercambio de cartas entre dos gobiernos legítimos (el español y el catalán) que más parece un diálogo de besugos que una acción dirigida al buen gobierno, un carteo que resulta un insulto a la inteligencia de cualquier persona debidamente formada e informada como se espera que sea cualquier gobernante. Otra declaración de independencia, secundada por el Gobierno y el Parlamento catalanes, esta vez aparentemente un poco más en serio, pero que no es seguida de ninguna medida que haga creíble la seriedad de esa independencia. La aplicación por parte del Gobierno español del artículo 155 de la Constitución que, en la práctica, supone poner la autonomía catalana y su gobierno en manos del gobierno nacional. Y, como traca final de este espectáculo, que no sé si calificar de circense o de vodevil, el presidente catalán cesado huye a Bruselas con algunos de sus consejeros, mientras, por la decisión de una jueza (decisión legal y legítima por más que a unos pueda gustar más y a otros menos), son encarcelados en Madrid otros Consejeros del Gobierno catalán.

Hasta aquí los hechos más relevantes que he procurado sintetizar.

Y, con el horizonte de las elecciones del 21 de diciembre en Cataluña, la historia no se ha acabado. Una historia que, no lo olvidemos, se remonta mucho más allá de los dos meses a que me refería al principio y que tiene responsables. De eso es de lo que me interesa hablar: de los responsables de este sinsentido.

Responsables, en primer lugar, son determinados políticos catalanes que, a lo largo de varios años, han construido un relato, basado en falsedades, que les ha servido para engañar a sus votantes distrayéndoles de la realidad que, de verdad, les importa. Me refiero a los dirigentes de la antigua Convergencia i Unió, con Artur Mas a la cabeza, que vieron muy pronto que, subiéndose al carro del independentismo, podían ocultar a los ojos de la mayoría de los catalanes que durante décadas habían estado saqueando sus bolsillos mediante el 3%; que podrían hacer olvidar que el “padre de la patria catalana”, Jordi Pujol, había utilizado supuestamente su cargo y la confianza que sus  conciudadanos habían depositado en él para enriquecerse y enriquecer a su familia; que así también se harían perdonar que fueron los más fieles discípulos del PP a la hora de aplicar recortes y otras medidas económicas lesivas para la mayoría.

También son responsables otros políticos catalanes. Junto a los anteriores, los dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya y otros han convencido a muchos ingenuos de que la República Catalana Independiente llegaría con solo quererlo; que, una vez instaurada, todos los catalanes vivirían en una especie de Arcadia donde la abundancia, la felicidad y la paz se darían sin esfuerzo alguno; que esa Arcadia se concretaba en que muchas empresas foráneas querrían instalarse en Cataluña, los bancos no se irían, la República sería reconocida de inmediato por la mayoría de los países del mundo y seguiría perteneciendo a la Unión Europea. Me cuesta mucho trabajo creer que Oriol Junqueras y otros miembros de su partido del mismo nivel intelectual creyeran honestamente que todo eso era verdad: si lo creían, su ignorancia les hace incapaces de gobernar un país; si sabían que no era cierto y, a pesar de ello, siguieron adelante engañando, eso les hace indignos de gobernar a un pueblo.

La CUP (Candidatura de Unidad Popular) también ha de asumir su cuota de responsabilidad, o, más bien, de irresponsabilidad. Porque su culpa en todo este desastre estriba en que, por muy sinceramente que crea en sus postulados, debería saber distinguir entre utopía y realidad; no seré yo quien diga que no debe perseguirse una utopía, estoy convencido de que eso es necesario para que las sociedades progresen, pero nadie, desde un puesto de responsabilidad (como es un escaño en un parlamento), debe hacer creer a la gente que la utopía se ha convertido en realidad cuando no es así. Eso es engañar, eso es jugar con los sentimientos, eso es abusar de quien no tiene herramientas para defenderse.

Para acabar con los responsables catalanes, solo unas pocas líneas sobre Barcelona en Comú o, más bien, sobre su líder, Ada Colau. Es una persona que en otros aspectos de su recorrido social y político me ha parecido digna de respeto e, incluso, de admiración en ocasiones. Pero en el asunto de que ahora se trata no me resulta sencillo pronunciarme. Me limitaré a decir que su calculada ambigüedad la sitúa en un lugar magnífico de cara a las elecciones de diciembre; se diría que se ha colocado en un punto desde donde puede ver todo el escenario donde los demás actúan sin definir de parte de quién está… Seguro que lo hará momentos antes de que baje el telón.

Claro que, por lo que toca a la línea argumental de todos estos partidos, su ventaja no radica en que sea verdadera sino en la verosimilitud que tiene para su público porque esto es la representación de un drama que se apoya, casi exclusivamente, en las emociones.

También hay responsables en el otro lado, en el de los no catalanes. Haría excesivamente largo este artículo si pretendiera hablar de todos: PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos; a todos ellos les cabe una parte, mayor o menor, de responsabilidad en este desastre convivencial por el que estamos pasando, pero me referiré únicamente al PP, no sólo porque en estos momentos está gobernando y, consecuentemente, le corresponde tomar las medidas que ayuden a solucionar el problema o a empeorarlo.

También, y sobre todo, porque, entre los que actúan desde este lado, es el mayor responsable desde hace años. No podemos olvidar que en el pasado, fue el PP quien, contra toda prudencia política, recurrió ante el Tribunal Constitucional el Estatuto Catalán una vez aprobado, tanto por el Parlamento español como por el catalán y fue el PP quien hizo una campaña en contra del consumo de productos catalanes. En el presente, ha sido el PP quien se ha negado a afrontar el problema catalán desde una perspectiva política, y ha recurrido exclusivamente a la vía judicial y a la policial. Pero, sobre todo, ha sido el partido que, ocupando el gobierno de España en estos años cruciales y, por tanto, con la máxima responsabilidad sobre un asunto que amenazaba la unidad, la estabilidad y la convivencia de los catalanes entre sí y de los españoles todos, ha dejado que el problema se pudriera, no ha actuado, no ha hecho nada prácticamente hasta el mismísimo 2 de octubre. ¿Por qué? Porque ha entendido que eso le beneficiaba electoralmente, porque, desde el populismo que le caracteriza, sabía que así contentaba a sus votantes y atraía a otros de ultraderecha, anulando así a los partidos que, desde ese sector, podrían hacerle algún daño electoral.

También porque de esta forma, igual que Convergencia i Unió, ha conseguido que, durante todo este tiempo, no se hable de otras cosas que están ocurriendo en estos días: Rodrigo Rato irá a juicio por la salida a bolsa de Bankia y la Fiscalía ha pedido al Supremo que confirme su condena por el caso de las tarjetas black. Están vivos los procedimientos de los casos Púnica, Lezo, Imelsa, Palma Arena… Alfonso Grau, ex vicealcalde de Valencia, recientemente ha presentado una vivienda de 1,3 millones de euros para cubrir la fianza por la presunta financiación ilegal del PP valenciano. Jaume Matas, inhabilitado siete años por prevaricar, ha sido condenado a  devolver 1,2 millones de euros que pagó a Calatrava. Un testigo del caso Lezo acaba de declarar que “Ignacio González pidió a mi jefe que buscase un millón para el partido”.

Podríamos seguir citando casos aislados pero por encima de todos está el caso Gürtel, cuyo juicio está llegando a su fin en estos días. Hubo un momento, que hoy puede parecernos lejanísimo, en que escuchamos decir a la inefable Dolores de Cospedal: “Repito y reitero, la contabilidad del PP es única y es clara, transparente, limpia”; bien, pues hace muy pocos días hemos escuchado a la fiscal del caso, Concepción Sabadell, decir: “La trama Gürtel hizo de los sobornos a cargos del PP un modo de vida”; y también: “Queda plena y abrumadoramente acreditada la caja B del PP”.

Podríamos seguir pero ya queda clarísimo que el PP ha preferido poner sus intereses electorales por delante de lo que podría convenir a Cataluña, a los catalanes y a todos los españoles.

Y es aquí donde me interesa poner el acento: Tanto unos como otros, los que han provocado el desastre como los que, teniendo la obligación de remediarlo, no lo han hecho, se han preocupado únicamente de sus intereses políticos y económicos, de partido y personales; se han ocupado de llenar sus bolsillos o de aumentar su número de votos, no de lo que necesitan o importa a sus conciudadanos.

Por eso, después de hablar de responsables, hay que terminar hablando de víctimas. Víctimas somos los que hemos pagado la crisis que aún permanece porque los que debían trabajar por superarla, en lugar de hacer eso se han ocupado de sus propios intereses electorales; víctimas son los catalanes que, no siendo independentistas, han sufrido el acoso y el ninguneo durante estos fatídicos meses; víctimas son los catalanes sinceramente independentistas que, engañados por sus líderes, han creído ingenuamente en que la Arcadia feliz que les prometían estaba al alcance de la mano. En fin, víctimas somos el pueblo, la gente, los ciudadanos… No importa cómo quieran llamarnos, somos los de siempre.

¿Quién gestionará, a partir del 21 de diciembre, tanto desencanto, tanta rabia, tanta frustración como han sembrado?

 

Redacción Getafe Capital