De pelagatos y hombres

GETAFE/La piedra de Sísifo (25/11/2019) – Hay personas insignificantes, en este caso, de sexo masculino, cuya vida discurriría sin pena ni gloria en medio de este marasmo de gentes que poblamos el planeta, y que buscan encontrar un sentido a su existencia, proyectando sus frustraciones, incapacidades y miedos en la Mujer, así, con mayúscula como concepto general y en la mujer, referido a su pareja, expareja o el fruto de sus ensoñaciones dizqueamorosas, mediante prácticas de intimidación sicológica, anulación personal o agresión que va desde el simple empujón hasta la muerte violenta. La Real Academia Española de la Lengua ha dado en denominar “pelagatos” a sus simpatizantes, atendiendo a su inconsistencia personal y otros los llamamos cómplices de los Terroristas, ya que su fin es aterrorizar a su víctima para que se pliegue a sus intereses so pena de causarle dolor hasta arrancarle la vida. No hay leyes que sancionen a los pelagatos, sin embargo, existe una completa legislación antiterrorista que está esperando ser utilizada en estos casos por algún jurista valiente.

Se ha hablado mucho, aunque nunca suficiente, del Terrorismo Machista y todo lo que le rodea pero hoy, que se conmemora internacionalmente la lucha contra la violencia ejercida contra la Mujer, quiero detenerme un poco más en los peligrosos pelagatos:

Es muy triste pero los pelagatos son legión, existe una pléyade de seres mediocres e insignificantes, en cuanto a su nula trascendencia como seres humanos, no atendiendo a su posición social que, en eso, el “pelagaterío” es transversal; es muy triste, decía, que no hayamos sabido tocar la tecla adecuada para atraer a este ejército silencioso, mohíno pero silencioso, asocial pero silencioso o profundamente egoísta, pero muy silencioso; hasta que ha aparecido en nuestras vidas (en realidad, para joder nuestras vidas) un partido político cuyo único fin es romper todo lo que pueda ayudar a una convencida pacífica entre personas, mediante mensajes simples dirigidos a esa parcela reptil que aún anida en nuestro cerebro. Esos delincuentes sociales (en algunos casos, penales) tienen un miedo atroz a la Mujer, expresada como persona autónoma, libre, capaz, decidida y dueña de su propio destino (si no estuviera tan manoseado, emplearía el término “empoderada”) y todo lo que huela a mujer que esté fuera del ámbito doméstico o no sea secundario en lo profesional, es casus belli y, como tal, objeto de feroces ataques, que señalan su inferioridad pero en su interior temen y mucho que el desarrollo pleno de sus potencialidades les pase por encima. Ahí, en ese lodazal cubierto de teja rojigualda, es donde el pelagatos químicamente puro se siente como gorrino en albañal: feliz.

Tanto los oportunistas del miedo ajeno, como los inconsistentes que se crecen ante el espejo totalitario, presumen de que son Hombres, muy Hombres, incluso. No, muchachos, ser un hombre no es eso; ser un hombre es, para empezar, ser un ser humano, de sexo masculino, que tiene su propia personalidad, ideas o convicciones pero no trata de imponerlas, si acaso, razona, argumenta y polemiza pero respeta las ajenas; que trata por igual al resto de personas con que se relaciona, sin importar ningún factor externo; que ve a la Mujer como un igual y a la mujer como una compañera con la que caminar a su lado, alguien de quien aprender, a quien enseñar, con quien compartir, reír, llorar, disfrutar, sufrir, crecer y evolucionar cada día y sobre todo, por encima de todo, a quien respetar.

Ser un Hombre es eso, todo lo demás, es ser un Pelagatos (o un delincuente social y/o penal).

Contra la Violencia ejercida contra las Mujeres, luchemos todos los seres humanos, da igual su género, cada día, sin descanso, el futuro nos lo agradecerá.