Hacia una Escuela emancipadora

La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle.

                                                   María Montessori

GETAFE/El aula sin muros (21/11/2019) – Los sistemas políticos y económicos imperantes, en cualquier tiempo y lugar, requieren de sistemas educativos que sirvan al interés de las clases dominantes, por tanto, lo que se espera de la educación es que forme individuos sumisos que cumplan con las expectativas del sistema. Evidentemente aquellos sistemas que sean más democráticos permitirán unos aparatos educativos más autónomos, siempre que no pongan en peligro la vigencia de los aparatos de poder. Los sistemas dictatoriales exigirán un aparato educativo rígido y jerarquizado que promueva el adoctrinamiento de las personas con el fin de que no distorsionen el sistema.

Cualquiera de estos modelos educativos conlleva unas políticas educativas adecuadas a los objetivos dominantes, un sistema de organización escolar acorde y unas prácticas pedagógicas en las que la autonomía docente y la democracia escolar aumentará en consonancia con el nivel democrático, pero difícilmente ningún sistema político permitirá un sistema educativo que funcione con criterios de autonomía y libertad de pensamiento.

La Escuela sometida al Sistema

Contra este pretendido determinismo habría que aducir, en primer lugar, que afortunadamente los seres humanos somos difícilmente programables y maleables y que, hasta en los sistemas educativos más rígidos, el pensamiento escapa a los corsés ideológicos que el poder trata de imponer. De ello, somos buena muestra muchos de los supervivientes de la escuela franquista que, a pesar de sufrir algunas secuelas, no solamente no sucumbimos al nacional-catolicismo, si no que nos situamos en posiciones ideológicas antagónicas.

En segundo lugar la evolución social y política, que se ha producido como consecuencia de las luchas populares, ha generado sistemas educativos más democráticos, no exentos de vaivenes, de avances y retrocesos, según fluctúe el color político de los gobernantes.

Rompiendo Moldes

Para nosotros la innovación educativa incluye todas aquellas prácticas organizativas o metodológicas, en el entorno educativo, que tratan de romper la previsibilidad que se trata de imponer desde los aparatos del poder.

La concepción tradicional dominante considera la educación como una carrera de obstáculos que el alumnado, con independencia de su punto de partida, tienen que sortear, dejando en el camino a buena parte de los competidores. Nosotros consideramos que las personas son diferentes y, por tanto, no son éstas las que deben adaptarse a un currículum oficial homogeneizador, sino que el bagaje y las oportunidades son diferentes y que cada alumno debe llevar su propio ritmo, que el objetivo no debe ser seleccionar a los mejores, porque todos deben conseguir desarrollar sus capacidades al máximo. La obsesión por seleccionar a los más aptos es una injusta práctica de darwinismo social en la que se clasifica según el origen social, penalizando a las clases sociales más desfavorecidas, que son las que llegan a la escuela con más carencias y dificultades de adaptación a los retos que plantea este sistema educativo.

Con demasiada frecuencia se considera que la enseñanza es un proceso en el que el maestro transfiere el conocimiento a su alumno como si se tratara de una práctica física de vasos comunicantes. Predomina en este tipo de enseñanza la lección magistral en la que el receptor adopta un papel pasivo y se favorece la competición y el triunfo de los más aptos.

En nuestro caso, preferimos centrarnos en el proceso de aprendizaje y considerar al alumno como sujeto activo, protagonista de su propia formación, y al maestro como el sujeto que dinamiza y facilita el conocimiento. En este caso, se pretende favorecer la investigación y la interacción con el medio social y natural, y requiere la cooperación y el trabajo en equipo.

Respecto a la innovación pedagógica, partimos de la idea de que las metodologías no son neutras, aunque puedan ser desactivadas y utilizadas para que respondan a los intereses dominantes. Es verdad, que la opción por una determinada práctica pedagógica, implica una opción por un modelo de educación (ideológica) más o menos consciente. Aquellas prácticas metodológicas que promueven la pasividad y el acriticismo del alumnado, responden a criterios de organización social poco participativos o autoritarios y promueven las sumisión del alumnado. Frente a esta concepción nosotros proponemos prácticas pedagógicas transformadoras, de renovación profunda del sistema educativo, cargadas de sentido emancipador.  El alumnado debe ser protagonista de su propia formación, generar la capacidad de pensar por sí mismos y un espíritu crítico, para llegar a ser ciudadanos participativos y preocupados, no sólo por el propio bienestar, sino por el de todas las personas, por la justicia social, por el cuidado del entorno natural, la cooperación y La Paz.

Referentes de la renovación pedagógica

Esto implica una concepción política de la educación. Consideramos que la educación es una actividad profundamente política, de la polis, según el concepto de democracia griega. Quede claro que hablamos de acción política no partidista ni confesional, aspectos éstos que entrarían dentro del ámbito íntimo personal  y deberían estar fuera del espacio escolar.  La Escuela debe ser científica y no cabe el adoctrinamiento. El referente que nos debe servir de guía es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el respeto a la dignidad humana y la profundización de la democracia.

Las prácticas renovadoras transforman el sistema educativo y hacen efectivo el derecho a la educación de la ciudadanía, y su puesta en práctica encuentra no pocas dificultades. Entre las más apremiantes la insuficiente formación inicial de los docentes que exige ser modificada profundamente para que responda al modelo educativo de educación emancipadora que corresponde a una sociedad de progreso, guiada por los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Se requiere tanto una consistente formación científica y humanista como de contenidos pedagógicos o psicológicos. No se concede suficiente importancia a los avances que se han producido en estas ciencias y este desconocimiento aboca, con demasiada frecuencia, a los docentes a dar palos de ciego o estar reinventando continuamente recursos y metodologías que ya fueron experimentadas por grades pedagogos como Pestalozzi, Piaget, Montessori, Freinet, Paulo Freire o Vigostky.

Existe también cierta desafección entre docentes por estos conocimientos, que en muchos casos se consideran poco útiles. Pensemos, sin embargo, que deben ser bastante importantes cuando los gurús de la persuasión de la publicidad o la política, por citar ejemplos cercanos, recurren a ellos con profusión.

Podríamos seguir desgranando el cúmulo de dificultades que entraña la renovación pedagógica y también de cómo miles de compañeras y compañeros docentes se enfrentan a la tarea de la innovación contra viento y marea, pero no queremos ser prolijos. Ese será otro capítulo.