Por favor, paciencia y respeto

GETAFE/La piedra de Sísifo (12/01/2020) – La situación de Madrid y su cinturón de grandes ciudades tras la gran nevada, es la misma que antes, pero con otro problema que resolver, está llena de nieve y de hielo. Veamos de qué hablo… Una Presidenta escondida, que aparece fugazmente para hacerse una foto y se vuelve a esfumar, unas administraciones locales que deben luchar, con los limitados medios a su alcance, contra la pandemia, la nieve y la gestión a contrapelo de la Comunidad de Madrid, un grupo de enajenados, menos numeroso de lo que parece en las imágenes de televisión (aún no entiendo por qué se le regalan valiosos minutos en prime time), que se jacta de pasarse por el arco del triunfo las recomendaciones sanitarias, obligatoriedades y prohibiciones terapéuticas, y el clásico colectivo de vecinos que no hace nada, más allá de «dar por culo» con todas sus armas y bagajes en su territorio de confort: redes sociales y barras de bar, fundamentalmente.

No es cuestión de erigirse en defensor de nadie (ayuntamientos, sus gestores y, sobre todo, sus trabajadores), que ya saben ellos defenderse solos si lo consideran necesario, es una reacción a determinados comportamientos, no sé si egoístas pero claramente insolidarios e intolerantes del clásico vecino que exige una plantilla municipal completa, con suplentes por si hay bajas, a su exclusivo servicio.

No se entiende de otra forma que, cuando está toda España sumida en medio metro de hielo, aparezca el vociferante de turno (que jamás aporta nada, por cierto) clamando al cielo y los planetas porque, cinco minutos después de terminar de nevar, no esté su puerta completamente despejada, fregada y regada con un producto antideslizante y, las siguientes dos horas, se dediquen a dejar libre y transitable el trayecto al colegio o su trabajo y todos los comercios abiertos y a su servicio.

Son también los oportunistas que, cuando ven que la máquina que va despejando la nieve está en la calle de al lado y tardará minutos en pasar por la suya, suben indignadas fotos a las RRSS acusando a quien las gestiona de dejarles abandonados a su suerte.

Desde el sofá mullido y cálido de un salón con su generosa calefacción, se critica de lujo (incluso se conmina, desprecia e insulta) a unos trabajadores que están tratando de despejar las vías públicas en unas condiciones de frío y con medios insuficientes.

Vaya desde aquí mi reconocimiento, respeto y admiración a los grandes olvidados en estas situaciones casi calamitosas: los hombres y mujeres que limpian las calles e intentan dejar transitables y seguras las salidas de los portales; a los conductores de camiones y maquinaria, casi siempre palas excavadoras o retro, que suplen con su pericia profesional la ausencia de quitanieves; los invisibles esparcidores de sal desde vehículos y a pie, solo provistos de palas y toneladas de buena voluntad; a los hombres y mujeres que tratan de dejar unas dependencias públicas, colegios, oficinas, etc., medianamente habitables y que son el batallón de choque que se las ha encontrado con temperaturas bajo cero, calefacción apagada y pocos recursos para esta situación y, cuyo mayor éxito, es que nadie repare en que han estado allí, cuando se incorporen sus usuarios habituales, porque han hecho bien su trabajo. Ante todos ellos, me descubro.

Es cierto que también están otros colectivos profesionales, nombrados con frecuencia pero nunca lo suficiente, como sanitarios al pie del cañón siempre y más ahora, los cuerpos de Policías locales y nacional, echando siempre una mano, Protección Civil demostrando día a día que nosotros somos su razón de ser, o Bomberos, en todo momento dispuestos y que llegan donde los demás no alcanzan. A todos ellos, infinito agradecimiento.

A todos los demás: seamos pacientes, comprensivos y, sobre todo, felices.

1 Comment

  1. Hipólito Timoneda

    12 enero, 2021 at 13:12

    Muy bonito y claramente explicado,loquaz y no sé cuántos adjetivos más.
    Pero solo son justificaciones de algo que el ciudadano de a pie conoce de primera mano.
    A LA MIERDA¡¡¡¡¡¡¡