“Llegó el comandante y mandó a parar”
Carlos Puebla
GETAFE/Todas las banderas rotas (01/06/2023) – Dicen de los economistas que son esos profesionales que hacen predicciones sobre cómo va a evolucionar la economía para después explicar por qué no se han cumplido sus predicciones. Un poco lo mismo que les ocurre a los políticos que, después de unas elecciones, tratan de explicar que, realmente, no les ha ido tan mal, incluso intentarán convencernos de que no han perdido aunque no hayan ganado.
De esto pensaba escribir el lunes siguiente al domingo 28 pero apareció Pedro Sánchez y, como a todos, me trastocó los planes. Ahora no queda otra que escribir sobre las elecciones del 23 de julio.
Porque el principal efecto inmediato de ese anuncio es que a todos: partidos de izquierda y de derecha, aliados y opositores, comunicadores y opinantes, etc., les ha pillado con el pie cambiado.
Por ejemplo, el PP estaba montando una fiesta que iba a durar hasta las elecciones generales y en la que habría más ETA, más EH Bildu, más socialcomunismo, más sanchismo, más fake news…, hasta que el cuerpo aguantara, es decir hasta que el gobierno no aguantara más, que, según las previsiones del PP, sería mucho antes de diciembre; entonces explotaría una situación insostenible y las elecciones deberían convocarse en una situación pésima para la izquierda e inmejorable para la derecha… y para la ultraderecha.
También estaba cantado un efecto inmediato dentro del PSOE. Serían muchos los barones y dirigentes regionales que culparían a Ferraz y a Sánchez del fracaso electoral del domingo pasado, pedirían ceses y cambios en el gobierno de coalición y no se contentarían con hacerlo dentro, sacarían el ruido a la calle y a los medios; queda todavía mucho odio hacia Sánchez en algunos sectores del PSOE desde aquel sábado negro, 1 de octubre de 2016, en que se forzó su dimisión como secretario general y algunos aún se la están guardando.
A los que ha debido de sentar muy mal son a los que –en cualquier partido- obtuvieron un puesto de alcalde o concejal el pasado día 28 con la pretensión de utilizar ese puesto como trampolín y pasar factura en diciembre por el triunfo obtenido; no sería fácil justificar ante la gente que votó a un/a determinado/a alcalde/sa que, solo un par de meses después, dejara ese cargo para ir en los puestos de salida de las listas de diputado/a.
Y, por si no fuera suficiente, todo esto ocurriría mientras España desempeñaba la Presidencia del Consejo de la Unión Europea que le corresponde desde el próximo 1 de julio hasta fin de año. El PP y Vox no podían esperar mejor ocasión para defenestrar a Sánchez, estoy seguro que a alguno de sus dirigentes ya se le estaba haciendo la boca agua imaginando a Sánchez, con las orejas gachas, abandonando esas instituciones europeas que tanto prestigio le han dado y que, ahora, le mirarían como un apestado: ¡qué mayor triunfo para ellos aunque, a la vez, fuera un enorme descrédito para España! (¿Recuerdan aquello de Montoro: “Que caiga España que ya la levantaremos nosotros”? Pues eso, patriotismo en estado puro).
Bien, pues es en ese momento cuando, como dice la canción cubana, “llegó el comandante [Sánchez] y mandó a parar”. Y lo que ha parado son todos esos efectos que eran previsibles porque, de inmediato, sin pérdida de tiempo, hay que dedicarse a preparar las próximas elecciones, las listas, los movimientos de personas de unas a otras instituciones y, aunque esto tenga menor importancia (es ironía…), los programas. Y ya no se puede entretener nadie en lo que más le gustaría o le interesa a cada quien, unos a celebrar la victoria, otros a maniobrar para obtener mayores rendimientos, aquel a buscar los apoyos necesarios para situarse, los de más allá a lamerse las heridas por los rincones…
Debo reconocer que nada más escuchar la noticia de convocatoria de elecciones generales lo primero que pensé es que era una maniobra personalista de Pedro Sánchez en la línea de su Manual de Resistencia lo que me pareció muy mal por egoísta. Después he ido elaborando las ideas que he expuesto y he cambiado de opinión, al menos en parte.
Sostengo que aguantar hasta diciembre –como ya he apuntado- la enorme presión a que iba a ser sometido el gobierno por parte de la oposición y la de los barones desde dentro y la gestión de la Presidencia del Consejo de la UE, que exige muchísimos viajes y reuniones del Presidente y de los ministros, haría imposible una respuesta mínimamente eficaz; por el contrario, la oposición dispondría de mucho más tiempo que el ejecutivo –y ningún escrúpulo-, para aprovechar cualquier fallo o problema que le permitiera cargar contra el Gobierno.
Los medios de la derecha y la ultraderecha que hablaban de que se estaba preparando un pucherazo andan ahora muy callados, quizá sea esta una de las pocas cosas buenas que hayan ocurrido el domingo 28 de mayo: la constatación de que tenemos un sistema electoral que, en cuanto a la limpieza del proceso, no admite duda alguna. Debemos quejarnos respecto a la escasa y muy mejorable proporcionalidad y exigir a los partidos políticos que cambien urgentemente la Ley Electoral para corregir esto, pero no hay resquicio para admitir dudas en cuanto a la limpieza del proceso.
El ensayo de que hablaba en mi artículo anterior, evidentemente, les ha salido francamente bien. Pero la fecha del estreno de la función no es la que tenían prevista lo que, si dejamos a un lado el clarividente pesimismo, nos da una ligera esperanza. Pero solo si se cumple la conditio sine qua non de la que también hablaba en ese texto: la izquierda a la izquierda del PSOE, ¿habrá entendido el mensaje? ¿Sacará Podemos, a la vista de sus malísimos resultados del 28 de mayo, las conclusiones correctas? Solo hay que ver los números: sin llegar a lo que ha ocurrido con Ciudadanos que, como estaba previsto, ha desaparecido del mapa electoral, Podemos ha dejado de tener presencia en muchos sitios en la que antes la tenía y ello ha sido una de las causas –no la única, pero sí la más importante- de la pérdida de poder de la izquierda globalmente considerada. ¿Podremos sumar, por fin?
Freud, el padre del psicoanálisis, nos dejó una figura metafórica, quizá exagerada, pero que tiene una gran fuerza expresiva: en cierto momento de la juventud, si lo que buscamos es alcanzar la madurez, deberemos “matar al padre”. Gran parte de la izquierda a la izquierda del PSOE, pero sobre todo Podemos, debería darse cuenta de que han pasado diez años del 15M y va siendo hora de madurar. ¿Alguien se atreverá a decirle, de una vez por todas, a Pablo Iglesias Turrión ‘por qué no te callas’?
Porque ya no pueden seguir en peleas de patio de colegio; ya no es tiempo de ver quien se apunta más tantos; a la gente le importa que las leyes sirvan para su bienestar, no quien las ha promovido; Podemos ya ha tenido tiempo de aprender que todo gobierno es un órgano colegiado, en el que todos han de ceder pero más el socio minoritario y que lo importante es que las leyes salgan y se puedan cumplir: es mejor tener una ley del sí es sí, una ley de vivienda o cualquier otra que puedan cumplirse al 80% de sus expectativas a que no haya ley ninguna. Eso demostraría madurez.
Nos deben un gobierno progresista de izquierdas que no tengan todas las discusiones y debates en las redes y en la televisión, sino que los tengan en el Consejo de Ministros y después, como resultado de esos debates y discusiones, nos dijeran a los ciudadanos: “esta es la ley que hemos consensuado, una ley que es de todo el gobierno”.
Ojalá lleguemos a tener un gobierno progresista, de izquierdas y con la suficiente madurez. Para lograrlo, los que hayan de formarlo han de tener unas dosis inmensas de generosidad y de humildad.