La lucha por la dignidad de un sector: el empleo doméstico

El Consejo de Ministros ha aprobado recientemente el Real Decreto 893/2024, 10 de septiembre, en el que amplía la protección a las empleadas del hogar, un grupo eminentemente feminizado y cuyos derechos laborales han ido siempre por detrás de los del resto de la clase trabajadora. La aprobación de la norma supone cumplir con el articulado del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo.

GETAFE/Tribuna con acento (30/09/2024) – El trabajo doméstico y de cuidados ha sido invisible durante mucho tiempo, sobre la base de naturalizarlo como tarea de mujeres: limpiar, planchar, cocinar, cuidar personas dependientes, son tareas de “género”. En el Régimen Especial de Empleadas de Hogar (REEH), la norma no contemplaba ni la prestación por desempleo ni  la incapacidad temporal, bajo el argumento de que  la relación que unía a la empleadora y la empleada, no podía ser laboral porque el empleo doméstico no era un trabajo; era una relación “de confianza”. Las dos organizaciones básicas del franquismo, las Escuelas de Hogar de la Sección Femenina y las Escuelas de Hogar de la Acción Católica, realizaron actividades muy similares donde los servicios domésticos, eran considerados tradicionalmente como una prolongación de la actividad familiar, venían siendo excluidos de los beneficios concedidos por los subsidios y seguros sociales reconocidos a los demás trabajadores y crearon el Montepío (1959) con carteristas de beneficencia.

En la década de los años sesenta y setenta las mujeres que se aglutinaron en torno al movimiento de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) se convirtieron en el primer colectivo que, de manera masiva, pidió una reglamentación del servicio doméstico e igualación al resto de trabajos y, en muchas asambleas se reivindicaba la desaparición del sector en las condiciones vigentes. Años más tarde, con una visión más amplia de la cuestión del empleo doméstico, fue el Colectivo IOE quien realizó una investigación para la JOC, bajo  título El servicio doméstico en España entre el trabajo invisible y la economía sumergida. Se entendía que la lucha y la organización de las propias mujeres afectadas era el único camino de avanzar en la consecución de derechos laborales.

Igualmente, un trabajo pionero sobre las bases materiales de la vida cotidiana fue el llevado a cabo por catedrática de Sociología Mª Ángeles Durán que contribuyó a visibilizar el contenido y valor económico del trabajo en los hogares. Este trabajo supuso una importante aportación a la visión de la actividad doméstica como productora de bienes y servicios y no como una simple función de consumo. Lo que viene a configurarse como «Producto Interior Bruto Oculto». 

Por otra parte, el desarrollo del movimiento obrero durante el franquismo solo alcanzó de manera tangencial al servicio doméstico porque las propias características del sector hacían difícil su organización y movilización. Paralelamente fueron creándose Plataformas de Asociaciones de Trabajadoras del Hogar (PATH). En ellas convergían asociaciones  propias de empleadas de hogar y entidades de servicios, así como organizaciones feministas que de manera permanente demandan la equiparación de derechos laborales y la dignidad del sector. Fruto de estas luchas y movilizaciones, en los últimos decenios ha tenido lugar un proceso de reconocimiento expresado en las sucesivas  leyes laborales, incrementos de Salarios Mínimos Interprofesionales (SMI), normas que atribuyen derechos de conciliación y disposiciones de seguridad, así como medidas que se encuadran en las políticas para la igualdad de mujeres y hombres. Fueron significativas la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia y la Ley 27/2011 sobre actualización, adecuación y modernización del sistema de Seguridad Social.

Durante la pandemia (Covid-19) 2020 se visibilizaron determinadas tareas y sectores entre los que se encontraban las empleadas del hogar y las trabajadoras de cuidados. Lo mismo aconteció con  los agricultores como productores de alimentos, la recogida de basuras, el transporte, los cuidados se colocaron en el centro que hacen posible la vida cotidiana. El Real Decreto-ley 16/2022, vino a contribuir a la mejora de las condiciones de trabajo y de Seguridad Social con el reconocimiento a la prestación por desempleo. Y, recientemente, el Real Decreto 893/2024 por el que se regula la protección de la seguridad y la salud en el ámbito del servicio del hogar familiar, cuya norma contempla la “Prevención de riesgos laborales”, exámenes médicos, formación, situaciones de acoso en el ámbito laboral, entre otros.

RETOS DE FUTURO MÁS ALLA DE LA NORMA

Bienvenidas sean las normas y Reales Decretos que mejoran las condiciones laborales de una parte importante de la población. La EPA del primer trimestre de 2024 registraba 577.600  mil personas, mayoritariamente mujeres, cuyo trabajo se ha considerado socialmente invisible y de poco valor. Pero se entiende que es un objetivo miope si no se plantea simultáneamente una transformación del estatus social del trabajo doméstico. Se trata de una lucha  que hay que abordar desde diferentes frentes, como son:

  1. Afrontar un sector laboral ampliamente invisible y precarizado, con una presencia significativa de economía sumergida y ausencia de derechos laborales. A ello contribuye también, la falta de afiliación sindical y la configuración del sector.
  2. Afrontar la desigualdad de clase social, donde las mujeres de sectores más frágiles, sirven a otras mujeres de clase media y alta; se imponen las tareas domésticas más ingratas y repetitivas con salarios y reconocimientos sociales inferiores.
  3. Afrontar las desigualdades provenientes de los desequilibrios internacionales. Las mujeres migrantes sirven a los nacionales, en esa llamada cadena internacional de cuidados. Es así como el bienestar del mundo occidental crece a costa de la vulnerabilidad de otras regiones. Es urgente la regularización de las migraciones.
  4. Afrontar la cultura patriarcal. La lógica neoliberal-patriarcal está basada en el individualismo (poder, éxito, dinero, estatus), tendencia que necesita ser transformada en todas sus dimensiones de subordinación de género y esquilmación de recursos naturales

Realmente avanzaremos cuando cambie la lógica del sistema, se hagan políticas públicas que den valor a los bienes relacionales, se dé la redistribución equitativa de los tiempos de cuidados y de reproducción social entre hombres y mujeres, y la creación de vínculos comunitarios. Al mismo tiempo se trata de ser conscientes de que el capitalismo se sostiene  por los valores que cada uno de nosotros reproducimos “en esa cultura invisible” de consumo infinito y relaciones de poder. Parafraseando el slogan de la asociación de Territorio Doméstico “porque sin nosotras no se mueve el mundo”, habría que añadir que  el mundo necesita una nueva orientación más vivible para todos y todas. Caminar por la  senda de los cuidados de la personas y la naturaleza implicar tejer  redes y abrir nuevos horizontes de la “casa común”.

 

Redacción Getafe Capital

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