Gaza y España

Para ver lo que tenemos delante de las narices hay que luchar denodadamente.
George Orwell

GETAFE/Todas las banderas rotas (22/09/2025) – ¿Hemos de llamarlo genocidio o de otra forma? ¿Hay que impedir que Israel participe en eventos deportivos, musicales u otros? ¿Las manifestaciones contra la participación de Israel en esos eventos son pacíficas o violentas? En eso están en España los líderes políticos, otra vez a vueltas con las palabras y discutiendo sobre asuntos que ni a los palestinos ni al gobierno de Israel les importan; a los primeros porque las bombas, las balas y el hambre siguen matándoles cada día llamemos nosotros como queramos llamar a eso, al segundo porque, mientras siga contando con el apoyo incondicional de Estados Unidos, puede continuar con su plan exterminador.

Es necesario y urgente que el PP se suelte de las amarras que le atan a Vox, debe convencerse de que le irá mejor en las encuestas –que es lo que realmente le preocupa– si sigue a sus simpatizantes que, mayoritariamente, rechazan la actuación del gobierno de Netanyahu y están a favor de Palestina. Así lo indica el último barómetro del Real Instituto Elcano (7/7/25), según el cual el 82% de la población califica como genocidio la actuación de Israel en la Franja. Además, el 78% apoya que los Estados europeos reconozcan oficialmente y con carácter inmediato al Estado de Palestina. En ese 82% y en ese 78%, ¿cuántos simpatizantes del PP habrá? Y, en el mismo sentido, sería muy interesante saber cuántos votantes del PP han asistido a alguna de las muchas manifestaciones contra el genocidio que se han celebrado a lo largo y ancho del territorio español: quizá el secretario general del PP de Madrid, Alfonso Serrano, se llevaría una gran sorpresa, porque seguramente entre tanta gentuza se encontraría a muchos votantes y simpatizantes del PP.

Faltan posiciones claras en la derecha política española que dice respetar la ley internacional y los derechos humanos pero, al mismo tiempo, le parece bien que el gobierno israelí, a la vez que destruye Gaza y acaba con todo el pueblo palestino –porque eso es lo que han declarado que persiguen muchos de sus líderes– esté también destruyendo el derecho internacional que, desde la última guerra mundial hasta ahora, había servido para mantener las reglas de juego que, aun de manera imperfecta, permitían que las naciones pudieran convivir. Es muy necesario que el PP se comporte, de una vez por todas, como las derechas democráticas europeas, no como Vox; mientras siga en el empeño de adelantar a Vox por la ultraderecha no podrá quejarse de que lo consideremos ultraderecha. El señor Feijoo también debe decidir si, en el interior de su partido, sigue la línea ultra marcada por Aznar y Díaz Ayuso o se desmarca claramente: le va en ello el débil liderazgo que aún ostenta.

Tampoco la izquierda puede lanzar las campanas al vuelo. El gobierno va haciendo cosas que, aunque a muchos nos puedan parecer insuficientes y tardías, lo cierto es que va a la vanguardia de la mayoría de los gobiernos europeos y de la propia UE. Pero al PSOE le pasa algo similar a lo que le pasa al PP: sus votantes y simpatizantes van muy por delante de lo que plantean sus dirigentes; en cuanto a Sumar, independientemente del valor de sus propuestas, parece que tiene más interés en apuntarse los tantos de lo que el gobierno saca adelante. Y Podemos sigue con la táctica marxiana: ¡y dos huevos duros!, sin importarle otra cosa que dejar clara la pureza izquierdista de sus posiciones, aunque sea votando con PP y Vox contra el gobierno o contra el interés de la mayoría de los ciudadanos.

Quiero mencionar dos cuestiones sobre las que la izquierda y la derecha españolas no han dicho nada.

Hace unos meses publiqué un artículo que terminaba asegurando que la industria internacional de las armas estaba haciendo un magnífico negocio: ¿alguien ha dicho algo de la industria española? Porque, por ejemplo, la empresa Amper, entre otras muchas cosas, cuenta con una División de Defensa que se dedica a la guerra electrónica y que tiene como Presidente del Consejo de Administración a Pedro Morenés, que fue ministro de Defensa con Rajoy de 2011 a 2016; pero no es la única empresa española que se dedica al negocio de la guerra. ¿Cuántas puertas giratorias han hecho posible que algunos españoles se estén lucrando gracias a Netanyahu?

Y otra cuestión que debe remover la conciencia democrática es observar dos situaciones en las que algunos ven paralelismos. Israel es potencia ocupante respecto a Palestina y la legislación internacional le obliga a respetar los derechos de su población y a procurarle los servicios necesarios para su bienestar pero, en lugar de cumplir con esas obligaciones, la está masacrando, está impidiendo que le lleguen los suministros necesarios y, en definitiva, la está sometiendo a un genocidio. España es, todavía, potencia ocupante del Sahara Occidental, pero ha abandonado a la población saharaui cediendo a los intereses de Marruecos que pretende anexionarse ese territorio. Me dirán que no son situaciones comparables y estaré totalmente de acuerdo; pero ¿por qué no existe el mismo interés político y movilización ciudadana para reclamar la libertad del Sahara Occidental que para acabar con la masacre en Palestina? Ambas cosas son cuestión de conciencia y de derechos humanos.

Vuelvo, como tantas otras veces, a plantear una utopía: es muy necesario y urgente que los dos grandes partidos españoles acepten que deben ponerse de acuerdo, al menos, en seguir la misma política internacional en los dos grandes conflictos mundiales que hay planteados actualmente en el mundo: el genocidio de Gaza y la guerra de Ucrania. Porque pienso que no están tan alejados como nos quieren hacer creer, las supuestas diferencias no responden a cuestiones de fondo, sino a intereses partidistas; igualmente pienso que, si se pusieran de acuerdo, no habría movimientos significativos de votantes en ninguno de los dos partidos, más bien es posible que, conservando cada cual su parroquia, sacaran a muchos votantes de la abstención a la que han huido asqueados por la falta de posiciones claras. Por el contrario, si la ciudadanía no encuentra respuesta a lo que manifiestamente está expresando en la calle, no solo volverá a la abstención sino que, muy probablemente, lo que resultará dañado gravemente y por mucho tiempo será el propio sistema democrático porque no solo abandonarán a los partidos políticos, sino que perderán la poca confianza en las instituciones que les queda.

Háganselo mirar.

 

 

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