
GETAFE/A fin de cuentas (24/10/2025) – Hacía años que no entrevistaba a Pedro Castro, y ha sido una sensación extraña: como si de repente el pasado volviera a cobrar vida, como si las luchas históricas de Getafe regresaran al presente, despertando el espíritu combativo que una vez tuvo la ciudad y que en ocasiones parece que está dormido.
“Abrimos las puertas de la libertad, pero no echamos el cerrojo”, contó el exalcalde cuando tratamos de analizar el momento presente y cómo los logros conseguidos parecen de repente tan frágiles. Nos confiamos, nos adormilamos, creímos que estaba todo hecho y hoy vivimos un momento en el que de repente puede saltar todo por los aires. No cerramos la puerta, no blindamos nuestra libertad, no consolidamos la igualdad, y hoy se cuelan por las rendijas vientos de racismo, de odio, de intransigencia, de sectarismo y de violencia.
Si nos tenemos que ir “a otro sitio” a abortar, si tenemos que pagarnos una mamografía privada, si no podemos enterrar a nuestros muertos con dignidad, si tenemos que estudiar en barracones y endeudarnos para ir a la universidad, si nuestros padres y abuelos malviven en residencias infradotadas, si nuestros hijos no pueden acceder a una vivienda, si la cultura ya no es libre… ¿en qué nos estamos convirtiendo? ¿Qué sociedad estamos creando? ¿Hacia dónde vamos?
Y sobre todo… ¿por qué no nos quejamos, por qué no están las calles a reventar de gente? ¿Por qué no llenamos autobuses para movilizarnos contra tantos ataques a nuestro Estado del bienestar?
Leamos, escuchemos a Pedro Castro y recuperemos el espíritu de aquellos primeros años de la democracia.
Luchemos por la libertad; la de verdad, no la manoseada por eslóganes baratos que pervierten la expresión.
Y defendamos a los más débiles. Esos que no tienen voz ni posibilidades de defenderse. Como los niños de Gaza, esos que están reflejados en el impresionante mural del polideportivo San Isidro. Ellos son el reflejo de por qué vale la pena luchar. Su dolor debe ser el nuestro. El que nos empuje a mirar alrededor y ver, sentir a aquellos que sufren y que nos necesitan.
Hay esperanza, porque en la calle sigue habiendo gente que lucha y que cree en una sociedad mejor. El asociacionismo sigue valiendo la pena. Lo saben desde la Asociación Española Contra el Cáncer, donde nos cuentan historias de esperanza y de futuro frente a esta pandemia que nos arrebata cada día a personas que queremos. Este fin de semana corren por la investigación, por más recursos, por más esperanza y siempre sumando.
También desde ACOEG defienden la unión de comerciantes para seguir construyendo barrio y ciudad, para afrontar los retos de la nueva sociedad en la que nos adentramos.
La lucha colectiva funciona, es útil, consolida derechos y forma sociedades libres, igualitarias, responsables, con empatía.
Quizá sea hora de cerrar esa puerta que se quedó abierta y por donde se escapan nuestros derechos. Es hora de dar un portazo.
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