GETAFE/Todas las banderas rotas (07/10/2025) – Es un plan que crea las condiciones que Trump y sus amigos necesitan para hacer sus negocios. La primera cuestión sobre la que hay que fijar la atención es la ausencia de los palestinos, teóricos receptores del plan; es decir, los redactores del texto –que hay que suponer que son todos estadounidenses– olvidan la frase con la que Abraham Lincoln definió la democracia, allá por 1863: “Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, volviendo, por el contrario, al “todo por el pueblo, pero sin el pueblo” del absolutismo, y eso en pleno siglo XXI.
Por otra parte, el enfoque de todo el texto está dirigido a preservar los intereses israelíes, los teóricos beneficios que obtendrán los gazatíes solo serán resultado de que dichos intereses se vean cumplidos: lo que los palestinos puedan ir consiguiendo está estrechamente ligado a que Israel satisfaga sus exigencias; en todo momento se reserva el “derecho” de retrotraer la situación si considera que su seguridad está amenazada.
El punto 7 es bochornoso: Netanyahu ha mentido continuadamente cuando aseguraba que no había hambre en la Franja, que la ayuda humanitaria entraba sin impedimentos, mentira que ahora queda reconocida en este punto: “Tras la aceptación de este acuerdo, se enviará inmediatamente toda la ayuda a la Franja de Gaza”; es decir, el chantaje queda evidenciado: solo si se acepta el acuerdo, los gazatíes volverán a poder comer porque entrará la ayuda que, hasta ahora, no dejaban pasar.
Igualmente bochornoso es el gobierno de la Franja que se plantea en el punto 9, que está redactado en consonancia con lo dicho más arriba (“todo por el pueblo pero sin el pueblo”): será ejercido “por palestinos cualificados (es decir, vasallos de Israel) y expertos internacionales, con supervisión de un órgano internacional de transición, la Junta de Paz, que estará encabezada por el presidente Donald J. Trump, con otros miembros y jefes de Estado que se anunciarán próximamente, entre ellos el ex primer ministro Tony Blair”. ¿Alguien puede pensar que este “gobierno” defenderá los intereses de los palestinos o, más bien, los de Donald J. Trump, otros Jefes de Estado y Tony Blair? Mi ingenuidad no llega a tanto.
No puede llamarse “plan de paz” a un plan que prescinde de una de las partes del conflicto que es, además, la que está sufriendo en sus gentes y en su territorio lo más duro de dicho conflicto, que entrega cada día 50, 80, 100 vidas de civiles, entre ellos muchos niños y que sabe que no podrá volver a sus casas porque han sido destruidas. En realidad debemos hablar de un plan neocolonial en el que participarán no solo Estados, sino empresas (sobre todo estadounidenses) y personas que tienen como objetivo, nada oculto, hacer negocios y obtener beneficios económicos, sobre todo, pero también estratégicos y militares. Porque no es necesario interpretar con demasiado ahínco lo que dice el texto para darse cuenta de que lo que hay en el fondo es la reconstrucción de Gaza y los enormes beneficios que se derivarán de ello, para recogerlos, ya están preparados Steve Wyckoff (delegado de Estados Unidos en Oriente Medio), su hijo y Aaron Kushner (yerno de Trump), pero no son los únicos que esperan su “recompensa”, irán saliendo más próximamente: el propio Trump y su familia no dejarán pasar la oportunidad.
¿Por qué acepta ahora Netanyahu este plan que no responde exactamente a sus expectativas? En mi opinión, quizá se haya dado cuenta que ha tensado mucho la cuerda, que Trump, obsesionado por “su premio Nobel de la Paz”, ya no está dispuesto a retrasar cualquier tipo de “paz”. Quizás Netanyahu está pensando en que también merece ese premio; aunque puede que le baste con verse libre de los procesos judiciales que le esperan cuando deje su cargo.
Déjenme hacer un inciso sobre Trump y el premio Nobel de la Paz: estoy seguro que se lo darán como se lo dieron a Henry A. Kissinger, Secretario de Estado con Nixon y Ford, cuyos méritos para ello fueron: participar decisivamente en el establecimiento del régimen dictatorial de Hugo Banzer en Bolivia o el de Pinochet en Chile; también apoyó a la Junta Militar en Argentina y al dictador indonesio Suharto durante la ocupación de Timor oriental. ¿Cuántas muertes recayeron sobre sus espaldas, más o menos que las que ha provocado Israel en Gaza? Este premio se desprestigia solo si lo reciben este tipo de personas.
Vuelvo al texto del “plan” para comentar solo dos puntos más. El punto 10 debería ser estudiado desde el punto de vista psicológico; comienza así: “Trump creará un plan de desarrollo para reconstruir y revitalizar Gaza…”. Nunca he visto un Tratado, Pacto o plan internacional que personalice una acción concreta, que haga tan evidente el ego desbocado y el narcisismo de un dirigente político. Este punto es una muestra más del desprecio de Trump y los suyos por el pueblo y la causa palestina.
Finalmente, nos encontramos con el punto 19 en el que se dice que, bajo determinadas circunstancias, “podrían” darse las condiciones para hablar de “la autodeterminación y la estatalidad palestinas”. Por si para alguien es necesaria una traducción: no habrá autodeterminación ni Estado palestino nunca.
Algún apunte más. Hay en ese texto al que Trump y Netanyahu llaman “plan de paz”, ausencias clamorosas que lo invalidan de raíz: en ningún momento se menciona a la Autoridad Palestina, a Cisjordania, a la ONU y a la UE. Es opinión generalizada que no será posible una solución, no ya justa, sino mínimamente realista del conflicto, sin la participación de estos actores; lo previsible es que, antes o después, aunque Hamas se desarme, surjan otros grupos que no acepten el acuerdo y vuelvan a tomar las armas.
Después de todo lo escrito hasta aquí a nadie le quedará duda de que mi posición es contraria al plan de Trump que considero neocolonialista y perjudicial para los intereses de los palestinos. Pero yo no soy palestino. Yo no llevo dos años sufriendo los bombardeos diarios, viendo morir a mis familiares y amigos y a miles de niños consumidos por la hambruna, siendo desplazado dos, tres o cinco veces lejos de lo que fue mi hogar que ha sido destruido. Así que, entiendo perfectamente que los que están en Gaza, los que padecen esa horrible situación, acepten un plan infame, egoísta e indigno con tal de acabar con todo eso. Nadie puede pedir a esa gente que siga siendo héroe, que ponga, por más tiempo, los principios por delante de su propia vida y la de los suyos.
Esta es la razón por la que me parece indignante que ciertas personas y grupos políticos –en nuestro país me refiero concretamente a Podemos– que, haciendo gala de su pureza ideológica de izquierdas, exija actuaciones que, lejos de acabar con el genocidio, prolongará indefinidamente el sufrimiento de los gazatíes sin tener la seguridad de un final positivo para ellos.
¿Hay, entonces, alguna posible solución fuera de este plan-negocio? Algunos elementos, principalmente en el marco del antisionismo, dado que ya resulta inviable la solución de los dos estados, plantean una novedosa solución: el establecimiento de un solo Estado plurinacional que, cubriendo todo el territorio histórico de Palestina, acogería a palestinos e israelíes en pie de igualdad, un solo Estado en el que todos pudieran convivir democráticamente. Es una utopía, sí, pero hay una experiencia próxima: Sudáfrica vivió un terrible sistema de apartheid durante muchos años y hoy, con un 7% de población blanca, se da un sistema de convivencia muy aceptable.
Las dificultades son enormes. Los dirigentes políticos de todos los países van muy por detrás de sus ciudadanos. Está en juego, no solo la propia existencia del pueblo palestino, sino la arquitectura institucional del derecho internacional y el futuro de las sociedades democráticas tal como las conocemos hasta ahora.
Por todo eso es por lo tenemos que seguir luchando aunque sea con muy poca esperanza.