Tratado práctico sobre la suerte

GETAFE/La piedra de Sísifo (06/06/2017) – Aquella tarde no se reunieron, vestidos de faena, para montar toda la parafernalia del chiringo, ni discutieron sobre el mejor lugar donde ubicar las planchas para que el humo saliera al exterior de forma natural. Tampoco plancharon las banderas, que habían lavado el día anterior, para que lucieran lustrosas sobre las anodinas paredes de lona blanca, ni colocaron los mostradores de modo que quedase sitio para los de dentro y los de fuera de la barra.

No elaboraron un programa ameno de actividades paralelas que tuviera a todo el mundo en acción cada día de la feria, o si lo hicieron, quedó guardado en un cajón esperando tiempos mejores; ni encargaron veinte kilos más de panceta y diez menos de morcilla, que el año pasado se habían quedado escasos de la primera y sobrados de la segunda. Tampoco recorrieron almacenes en busca de refrescos alternativos que hicieran patente el boicot a la multinacional que desprecia los derechos laborales y las sentencias judiciales.

Sus fieles, en peregrinación frustrada, no encontraron donde apoyar los codos mientras ponían a escurrir al sistema entre sorbo y sorbo de cerveza y no se gustaron observando y comentando con sarcasmo quién entraba y salía de las casetas vecinas. Nunca distrajeron el cansancio bailando desaforadamente dentro de la barra ni contagiaron a los de fuera con una selección a vena hinchada de los grandes éxitos del rojerío. Tampoco engulleron churros a dos manos al cerrar las lonas a las seis de la mañana ni maldijeron el chocolate, espeso y letal, que les despertó a las once entre volcánicos ardores.

No tuvieron que redoblar esfuerzos, entre los veinticuatro que quedaban, para tener siempre cubiertos los turnos, ni convencer a padres y hermanos para que les socorrieran cuando el cuerpo ya no daba para más.  Evitaron la molestia necesaria de cargar hasta casa cargados de dinero en efectivo y, sobre todo, escaparon del engorro de hacer cola en el banco para cambiar livianos billetes por pesados paquetes de monedas, si querían que la caja funcionase con un mínimo de agilidad. Tampoco llamaron por teléfono, cabreados como micos, a los que se escaquearon el día de recoger, ni volver a soportar la mala cara del que les prestó el local para guardar todos los aperos hasta el año que viene.

Se libraron de todo esto por un afortunado lapsus de memoria que les libró de presentar la solicitud en tiempo y forma. La misma memoria debilitada que, día a día, mermaba las otrora entusiastas filas de seguidores. Cuando les obsequiasteis con vuestro desdén no se enteraron, hacía tiempo que se habían ido.

(Cualquier parecido con esta joyita no es, para nada, una coincidencia): Tratado de Impaciencia nº 11, de Sabina

2 Comments

  1. Gorgonio IV

    7 junio, 2017 at 10:11

    Pasito a pasito están consiguiendo despoblar AG. Cuanto menos bulto más claridad, dirán. Mientras, toman posiciones para lo que viene. Son más de lo mismo.

  2. Luisignolo

    6 junio, 2017 at 16:12

    si han tenido tanta suerte que hagan lo mismo todos los años, ya verás como no. No entiendo el porqué del enlace, tiene algo que ver?