El acoso escolar desde la vertiente de la convivencia

“Es duro, es duro ver cómo de un día para otro o de un mes para otro, tu mundo puede derrumbarse hasta tal punto que levantarse para ir a clase es una maldita pesadilla”
(Una víctima más)

GETAFE/Educa… que algo queda (05/10/2017) – Mucho se está hablando y, si no ponemos esfuerzo, se seguirá hablando del acoso escolar. Cualquiera que esté interesado en el tema puede encontrar múltiples publicaciones y páginas web sobre el tema, para documentarse. Bien es cierto que no todas acertadas o bien intencionadas (desde el punto de vista científico).

Hoy, me gustaría hablar de este tema desde la vertiente de la convivencia, de la cooperación, de la empatía… de la habilidad para ser ciudadano, pertenecer a la ciudad, a la polis, a la palabra.

En mi espíritu preventivo, siempre me gusta ir un punto por debajo de la patología, de la pérdida de la libertad para decidir, que eso es lo que significa la patología, la imposibilidad de determinar libremente si uno hace una cosa u otra, algo no tan lejos de la realidad actual en que estamos constantemente al borde de pasarnos al otro lado de lo que sea, de insultar, de pelear, de transgredir…

Casi estoy convencido (me falta un poco más de edad) de que el problema fundamental de las dificultades en la convivencia está en ser capaces de soportar la frustración, y, me intento explicar.

Evolutivamente, como animales que pensamos, vamos avanzando desde un primer momento de no tener conciencia de ser diferentes, por tanto nos acercamos a la felicidad, hasta más o menos los tres años, porque a partir de aquí, empezamos a “ser” conscientes de que pertenecemos a un grupo, que siempre es mejor que el de los otros, sea el que sea y establecemos diferencias con los demás, eso sí, todavía algo burdas, somos mejores y punto, nos lo van mostrando nuestros mayores con sus actitudes.

Hacia los 8-9 años (anótese edad de comunión, de ayuno… y de móvil en todos) ya empezamos a saber que en los otros hay cosas buenas y menos buenas, es cierto que algunos no quieren verlo, pero así pueden hacerlo.

De aquí a la adolescencia hay solo un paso, que no siempre se da, para ser capaces de hacer lo que ya podemos, valorar a la misma par varias características positivas y negativas de las personas y de nosotros mismos para ponernos cada uno en el propio sitio, es decir, somos capaces de solucionar DUDAS, de soportar CONFLICTOS, de relativizar ESTEREOTIPOS, de CONFIAR, de PONERNOS EN EL LUGAR DEL OTRO y muchas cosas más, todas ellas positivas de cara a la convivencia, si  previamente, durante la infancia, nuestros padres y nuestro entorno nos ayuda a soportar las FRUSTRACIONES y nos enseñan buenas normas para entender las diferencias como complemento y no como agente agresivo de inseguridad.

No olvidéis que todos necesitamos poder predecir lo que nos puede pasar en el momento siguiente, es decir, SENTIR SEGURIDAD CON EL OTRO.

A convivir se aprende y hay que enseñarlo. La diferencia enriquece.

Buen día. Salud y suerte.

Redacción Getafe Capital