Un día con LYMA

Con casi 700 trabajadores y por detrás de Airbus, LYMA es la empresa más grande del municipio. Sus tareas no dejan de crecer: limpieza de calles, de dependencias municipales y colegios, recogida de residuos… Sus trabajadores lamentan que su labor se vea empañada por el uso político que se da a su trabajo. GETAFE CAPITAL pasa un día con ellos.

Justo Rodríguez

A las 7 menos 20 de la mañana el cantón de LYMA de Luis Braille es un hervidero de gente cogiendo sus aperos para la faena diaria. Justo Rodríguez se prepara, toma su sopladora y comienza su labor por las calles de Juan de la Cierva. “Me gusta lo que hago: vengo a mi trabajo como si fuera el primer día”, repite incansable. No en vano ha sido premiado como el mejor trabajador de su servicio. En la Avenida de España es ya un conocido de los vecinos, que lo saludan al pasar. Lleva 5 años y medio en LYMA, 4 a jornada completa.

Recorre Avenida de España y las calles aledañas sopladora en mano, sacando la basura a la carretera para que su compañero, con la barredora, la recoja. “Aunque a veces a los vecinos les molesta un poco el ruido, cunde bastante, avanzas más que con el cepillo”. Su percepción es que Getafe está ahora más limpio. “Tenerlo perfecto es imposible. Si acabas de pasar por un instituto y salen a la hora del bocadillo, vuelve a llenarse todo de latas, bocadillos…”. Falta conciencia cívica: “bolsas de basura en papeleras, o debajo de los coches…”. Se convierten en vigilantes de la calle y dan avisos si por ejemplo alguien ha bajado un mueble sin avisar (hay un teléfono para ello, que incluso suben a casa a por el mobiliario si eres mayor de 65 años). Los fines de semana acompaña a los camiones satélite limpiando puntos, o recogiendo papeleras…

David Ramírez de Arellano

Hay sorpresas en las calles: “A veces encuentras llaves… dinero no demasiado (se ríe) Una vez encontré un móvil y se lo di al encargado, que localizó a la dueña… la mujer estaba muy agradecida”. No es el primero (ni el último) que aparece en la calle. Al igual que Justo, David Ramírez de Arellano se encontró un dispositivo en su funda. “Resulta que era de una señora mayor a la que veía todos los días y vivía en un portal al lado”. David recorre la calle San José de Calasanz y aledañas (una de las zonas más complicadas) y en días alternos la zona de la estación, cepillo en mano. Disfruta trabajando en la calle. “Voy con mi música, y me encanta la independencia que tengo. He estado demasiado tiempo entre cuatro paredes: viniendo de la hostelería esto es lo mejor que me ha pasado”.

“Entré por pesado”, confiesa entre risas. En verano cumple 9 años en LYMA, pero durante dos años estuvo llamando todas las semanas a la empresa, para ver si había algún hueco. Comenzó cubriendo algunos puestos de corta duración, hasta que llegó el contrato indefinido. “Hay quien no valora la diferencia con lo que hay fuera: a mí me ha tocado la lotería”, cuenta mientras sigue imparable con su cepillo: aceras, puntos de contenedores, los bordillos de la carretera. “Es verdad que la gente es muy guarra: todos los días saco tres sacos de basura”, incluyendo cacas de perro, compresas, pañales, condones… “de todo”. Una de las pesadillas en esta zona es la propaganda de publicidad que se deja en los coches. Pero David lo tiene claro: “Las cosas hay que hacerlas bien hechas. No me gusta esa opinión que hay de que en LYMA solo hay gentuza y que vivimos muy bien. El que trabaja, trabaja de verdad”.

24 horas recogiendo basura

Raúl Reyes

La recogida lateral ha supuesto un antes y un después en la recogida de basuras, el servicio de RSU. Bien lo sabe José Manuel Rodríguez Naranjo, que lleva más de dos décadas en la empresa, ahora como jefe de servicio con más de 100 personas a su cargo. “Podemos hacer la recogida de basura en tres turnos: mañana, tarde y noche”. Apenas un minuto tarda el camión en pararse, posicionarse junto al cubo de basura y con un joystick y la ayuda de cámaras descargarlo y ponerse en marcha. Rápido, silencioso y efectivo: un conductor se hace cargo de todo el trabajo. Se acabó el mito de la recogida de basura nocturna. “Ahora hay barrios o al menos determinadas calles que se recogen dos y hasta tres veces al día”, en San Isidro y Juan de la Cierva, por ejemplo. Son 9 camiones, más uno de repuesto, trabajando a pleno rendimiento.

Raúl Reyes es uno de los que están al mando del camión. Conoce Getafe al dedillo pues cada día cubre una ruta distinta. Hoy le toca Buenavista. Es turno de tarde y prosigue incansable cubo tras cubo. Al día vacía 2 veces el camión: 2 toneladas de basura. Al hacerse la recogida durante el día son muy sensibles con los problemas de tráfico. “Aunque se tarda poco, en una avenida grande, si vemos que estamos generando atasco, tenemos la orden de cambiar de calle”.

Con los vecinos la relación es positiva. No falta quien llama porque se le han caído las llaves al contenedor o ha tirado algo de valor. “Fue muy curiosa aquella vez que nos llamaron porque habían tirado sin querer la dentadura de la abuela a la basura”, y aún resuena en la memoria la ocasión en que apareció el tronco de un hombre en un contenedor y tuvieron que buscar el resto de partes, que no llegaron a aparecer. 

Los 365 días al año se recoge basura: hasta el día de Navidad o Año Nuevo hacen turnos especiales. “Puedes saber cuándo hay colchones en oferta o cuando ha tocado la lotería en un barrio (como aquella Navidad en San Isidro); también se nota la crisis en los kilos de basura”. Al día se recogen 170 toneladas de residuos. La recogida lateral que requiere menos personal que la trasera donde iba el conductor y dos personas colgadas del camión, se complementa ahora con los camiones satélite que pasan recogiendo la basura que queda fuera de los contenedores por la mala praxis de los vecinos que lo dejan fuera del cubo. “Getafe se limpia. Eso seguro”, asegura Naranjo, que lamenta que de LYMA solo se oiga “lo malo”. Su filosofía es remangarse el primero y dar ejemplo.

Dependencias y colegios: los grandes olvidados

Juan Manuel Gálvez, Tania Carrasquilla y José Antonio Alonso

Es el servicio más numeroso en LYMA, con unos 200 trabajadores que diariamente asumen la labor silenciosa de poner a punto los edificios municipales, los colegios e institutos. Trabajan cuando no hay nadie, a contrarreloj, tratando de sacar adelante el trabajo en las horas que tienen por delante. Juan Manuel Gálvez, Tania Carrasquilla y José Antonio Alonso acuden diariamente al CEIP Francisco de Quevedo. “Este puesto no es una bicoca: no he tenido en ningún sitio tanta carga de trabajo como aquí”, asegura Juan Manuel. Él es el responsable de la planta baja: 6 aulas de Infantil, sala de Psicomotricidad, despachos, baños… “Es la planta más dura, porque además entran del patio con arena”. “Cuando llueve nos echamos a temblar”, asegura Tania. “Parece que ha pasado por aquí el huracán Katrina”, ríe Juan Manuel. Las manualidades son también otra ‘pesadilla’: “Cuando te encuentras la clase llena de purpurina o que han hecho un trabajo y se les ha caído una bolsas de lentejas”, recuerda Tania.

Hay buen ambiente entre los tres. Jose Antonio es el más veterano, con 10 años en la empresa, ahora ya como indefinido. “Falta gente en este servicio”, confirman al unísono. “Cuando falta alguno, hay veces que nos mandan sustituto, pero si no, tenemos que asumir su trabajo los otros dos”. Diariamente apuntan en el libro de registros las labores que hacen, clase a clase: limpiar el polvo, barrer, fregar, papeleras, limpiar encerados… en un día pueden limpiar 300 mesas cada uno. A las 11 de la noche, acaban su turno. A la mañana siguiente los niños se encontrarán su colegio impoluto.

Recogiendo coches con la grúa

Juan Carlos Mulas

El de la grúa es el último servicio que se ha incorporado a LYMA (aún en el aire después del rechazo del Pleno), dentro del servicio de RSU. Juan Carlos Mulas es uno de los operarios que ha recibido la formación para hacer frente a esta labor. “Tuvimos unos cursos intensivos teóricos y luego dimos formación práctica”, explica. Los primeros días fueron complicados hasta que cogieron el pulso al servicio. “Hicimos muchas prácticas en taller, pero cuando sales a la calle, cada vehículo es una cosa diferente. Al principio salíamos muchos para aprender”. Ahora retiran una media de 5 vehículos al día. El operario de grúa, si lo precisa, recibe la ayuda de sus encargados, que les dan apoyo con la furgoneta si necesitan más personal para mover un coche, o algún material adicional.

Raquel González - Directora Getafe Capital