Nominar

GETAFE/La piedra de Sísifo (01/03/2021) – Se entiende por nominar, el acto de dar nombre a algo o a alguien. Y es una manía que tenemos los seres humanos; tenemos que ponerle nombre a todo y, de un tiempo a esta parte, además, moviéndonos por el resbaladizo mundo de lo políticamente correcto, debe ser descriptivo y preciso pero sin ofender a nadie. 

Así, cuando un indeseable rijoso somete a todo tipo de comentarios babosos y tocamientos mal disimulados a cualquier persona de género femenino que pase a menos de 10 metros de él, lo llamamos Acosador.

Cuando un tipo se pone muy pesado, dando opiniones sobre todo y sentando cátedra sobre cualquier asunto, de lo más simple a lo más intrincado, despreciando lo que piensen o hagan los demás, lo llamamos Cuñao.

O, como nos sucede ahora, que nos sale el hartazgo de COVID por las orejas, estamos hasta las gónadas de limitaciones, restricciones, protocolos y miedos, aun siendo plenamente conocedores de los peligros que corremos en el ámbito individual y colectivo, y estamos deseosos de que nos abran, aunque sea ligeramente la mano, para poder expandirnos física, pero, sobre todo, mentalmente; bueno, pues a todo eso mezclado lo han llamado Fatiga Pandémica.

Que los muros de tu casa amenazan con abalanzarse sobre ti, aplastándote hasta quitarte la respiración: fatiga pandémica.

Que los niños están muy pesados y no hacen más que enredar, dar saltos y gritar, nada les entretiene y hace ya meses que agotaron tu saldo de paciencia y ahora la tienes en unos preocupantes números rojos: fatiga pandémica.

Que la balsámica quedada con los amigos, de la tarde de los viernes, cuando os tomabais unos vinitos y unas raciones hablando de cosas intrascendentes, pero todas con su puntito de gracia, se han convertido en una anodina videoreunión por Zoom o Whatsapp, llena de rostros tristes y sonrisas de compromiso, y suspiramos por volver a vernos las caras, abrazarnos e ir donde queramos sin limitaciones de aforo, comensales por mesa, toque de queda y demás incomodidades. Sí, efectivamente, se trata de la odiada fatiga pandémica.

Con todo, la clásica forma de denominar no ha perdido vigencia y, aunque coincida total o parcialmente con otros conceptos más edulcorados, un gilipollas sigue siendo un gilipollas, un asesino no deja de serlo, aunque le añadan a veces la cautela jurídica de presunto y si ha cometido un crimen machista será un criminal o asesino machista, y así para cada luctuosa posibilidad que, en eso, la lengua castellana es de una riqueza infinita.

Sea por fatiga pandémica, por cansancio personal o por una causa nominada técnicamente de otra manera, esta forma de escribir un artículo, se ha llamado toda la vida marear la perdiz y me disculpo por ello. Otra semana estaré más inspirado, supongo. Hasta entonces, sé feliz.