Sonrisas con freno y marcha atrás

GETAFE/La piedra de Sísifo (06/07/2021) – Publicaba Getafe Capital, el pasado viernes, 2 de julio, un resumen de los datos de afectación de la COVID-19 durante el casi año y medio que llevamos de pandemia. La interpretación de estos datos puede hacerse en función de diferentes parámetros, según dónde queramos poner el acento, pero nos sirven para comprobar que Getafe, como la ciudad abierta y dinámica que es, ni es un oasis COVID free, propio de lugares aislados y poco poblados; ni es un infierno viral donde las cifras se han desatado sin control. Disculpadme la perogrullada pero se constata que nuestra ciudad, con las lógicas fluctuaciones, se mueve en la media de nuestro entorno o de concentraciones urbanas de similares características. Conclusión 1: el virus no hace distingos entre unas ciudades y otras, podría decirse, incluso, que es un bicho transversal.

Profundizando en los datos, atendiendo a la morfología urbanística de cada barrio, sí encontramos un aumento en el cómputo general de casos en los barrios con una concentración de viviendas más abigarrada; casos de Margaritas y en menor medida (tiene mucha más población empadronada), Juan de la Cierva. Conclusión 2: la transmisión entre personas se ha favorecido en entornos de mayor cercanía social por razones urbanísticas. Es decir, el bicho también es “cariñoso”.

Hay otro factor de proliferación que, tristemente, está equilibrando las cantidades, sobre todo, en los últimos meses: la relajación en la aplicación de precauciones que se está produciendo en determinados sectores de población, concretamente, entre una parte de los jóvenes que, creyéndose invulnerables, está siendo un vehículo de transmisión irresponsable; hecho este que también se está mostrando en determinados barrios de clase alta o muy alta. No se aprecia demasiado en Getafe, pero llama mucho la atención que, en Madrid ciudad, la tasa de incidencia acumulada de los barrios como Salamanca, Chamartín, etc., más que duplica la de los barrios más humildes. Conclusión 3: Un importante factor de riesgo está siendo la irresponsabilidad, con un corolario: El dinero no sé si da la felicidad, pero sí produce una soberbia insensata.

Por último, a medida que el porcentaje de personas vacunadas empieza a ser significativo, se ha producido una disminución enorme de la incidencia entre los sectores de edad ya inmunizados, que se va haciendo extensivo a los que están recibiendo ahora el bendito pinchazo. Hay voces que están pidiendo saltarse los tramos a los que ahora correspondería por edad, para inocular las vacunas a los jóvenes que ahora son el vehículo más peligroso de transmisión. Estoy en absoluto desacuerdo. Los mayores, por su propia vulnerabilidad fisiológica, han sufrido una mortandad terrible subsanada con las vacunas. Sin embargo, ellos no hicieron nada para contagiarse, incluso, han pasado un año completamente aislados como cautela. Los jóvenes afectados, lo están siendo por comportamientos reprochables y vacunarles solo sería premiar su desprecio hacia los demás y estimular una actitud egoísta e insolidaria tolerada por su entorno más cercano. Conclusión 4: Una vez que pase todo esto, habrá que pararse a pensar qué estamos haciendo mal, para que el sector de población más y mejor formado de nuestra historia, desprecie al resto sin contemplaciones.

Ha llegado la época vacacional, e iremos disfrutando paulatinamente según nos vaya tocando. Por favor, sé todo lo feliz que puedas, ahora que volvemos a ver sonrisas por las calles, valorando que te sentirás mucho mejor sabiendo que no has influido en la infelicidad de otros. No lo estropeemos cuando ya vemos la solución.