La guerra, otra vez en Europa

Si vis pacem para bellum.
Epitoma rei militaris. Vegecio

GETAFE/Todas las banderas rotas (02/03/2022)- Cuando Putin nos ha recordado que “nadie debería tener ninguna duda de que un ataque directo a Rusia conducirá a la derrota y tendrá consecuencias nefastas para un agresor potencial” y que serán “consecuencias jamás vistas en su historia”, todos los responsables políticos han entendido que era una clarísima referencia al potencial nuclear ruso. Por mi parte, he recordado la película de Stanley Kubrick ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ que narraba, en clave de humor –muy negro, por cierto-, como, en plena Guerra Fría, un general, en un ataque de locura, ordena un ataque nuclear contra la Unión Soviética.

Porque Putin, además de dictador, es un sicópata y actúa como tal pero todo ello no impide que tenga unas razones, que, aunque no se compartan, hay que conocerlas para comprender lo que está ocurriendo.

Putin alimenta el sentimiento nacionalista ruso al hablar de Ucrania como el origen de la madre Rusia y actúa como lo hizo Hitler con la región de los Sudetes antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial, esto es, con la excusa de defender a la minoría rusa de la región ucraniana de Donbás que, según él, está siendo objeto de genocidio por parte de las autoridades ucranianas.

Otra de las razones en que se apoya es el de la seguridad para su país. Si observamos el mapa europeo actual, veremos que Rusia limita -además, claro, de Ucrania- con Noruega, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia (estas dos últimas por el enclave de Kaliningrado), Rumanía, Bulgaria y Turquía (estas tres por el mar Negro) todos ellos miembros de la UE, excepto Noruega y Turquía; además, excepto Finlandia, todos ellos son miembros de la OTAN. Ucrania, como es sabido, no pertenece a ninguna de las dos organizaciones.

Así que Putin presenta su actuación como una reacción defensiva ante el avance de la OTAN sobre territorios de la antigua URSS. Desde su perspectiva, dichos territorios deberían conformar una especie de colchón sustitutivo del antiguo telón de acero, es decir, una barrera que separara a la actual Rusia de los países miembros de la OTAN como lo hacía el telón de acero de la URSS en tiempos de la Guerra Fría.

En definitiva, con un lenguaje belicista propio de otros tiempos, trata de establecer un nuevo mapa de influencias e interrelaciones geopolíticas que sitúe a su país en el lugar que, según él, le corresponde; lo que, realmente supone, según muchos, establecer un nuevo orden mundial con Rusia como centro.

También hay que conocer las razones de Europa, de Estados Unidos y del resto de la comunidad internacional.

Rusia está reconocida como el granero del mundo. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura la situó en 2020 como el primer exportador del mundo, muy por delante de Estados Unidos y Canadá. Ucrania, por su parte, ocupó ese año el quinto lugar en esa lista. Entre ambos representan casi el 25% del total de exportaciones mundiales de cereales.

Más del 34% del cereal que llega a Europa procede de Ucrania que es el principal proveedor de trigo y maíz. Por ejemplo, en España necesitamos anualmente entre 35 y 37 millones de toneladas de cereales y producimos, de media, unos 20 millones; el 11% de lo que necesitamos lo traemos de Ucrania.

El precio del petróleo, por su parte, ha superado los 100 dólares el barril de brent y se calcula que, muy pronto, llegará a los 120. No podemos olvidar que Rusia el mayor productor de gas natural y el segundo exportador mundial: el precio del gas natural en la UE ha aumentado más del 34%, hasta los 119 euros por megavatio-hora. Y la escasez de gas en Europa se ha agravado porque Alemania ha cerrado el suministro que, desde Rusia, debería venir por el gasoducto Nordstream 2, así que los precios de la energía seguirán subiendo y, en cascada, los del resto de los productos.

Hasta aquí unos pocos datos (hay más) que me parecían necesarios para entender la respuesta de la llamada “comunidad internacional” a la guerra en Ucrania, para comprender por qué para el pueblo ucraniano, que pone los muertos, es una tragedia y para el resto del mundo es un balance puramente económico: como en la pandemia, como siempre. Las interrelaciones económicas son tan importantes y condicionan tanto a las dos partes que dudo mucho que Ucrania sea motivo suficiente para romperlas porque las dos saldrían perdiendo.

Estas dos posiciones –la de Rusia que pretende un nuevo orden dominado por ella; la de las potencias occidentales que pretende mantener su posición actual minimizando las pérdidas- se han puesto en juego mediante la guerra iniciada por Putin en Ucrania. La respuesta occidental ha sido tibia; con la excusa de que Ucrania no es miembro de la OTAN, renuncia a responder militarmente y solo lo hace con medidas económicas, lo que plantea una pregunta elemental: ¿puede la economía vencer a los ejércitos?

Todos los expertos coinciden en que Putin y sus asesores tenían calculado, antes de iniciar la intervención sobre el territorio ucranio, el alcance que podrían tener las represalias económicas que pudieran tomar las potencias occidentales y se habían preparado para resistirlas. En 2014, cuando Rusia invadió Crimea, las sanciones internacionales hicieron mucho daño al país; pero Moscú aprendió la lección y, durante estos años, ha dejado de depender del dólar y ha ido acumulando reservas de divisas y oro que han llegado a niveles nunca alcanzados (más de 630.000 millones de dólares) lo que ayudará a que el rublo, ahora en caída, resista durante mucho tiempo.

En consecuencia, parece que Rusia está en condiciones de marcar el ritmo de la confrontación, como lo viene haciendo hasta ahora: 2008, Georgia, 2014, Crimea, ahora Ucrania… Así que, la segunda pregunta, en mi opinión, es: ¿Podría (debería) haber respondido Europa de otra forma? Algunos padres hemos educado a nuestros hijos diciéndoles que nunca deben utilizar la violencia como argumento pero, si son atacados, deben defenderse. El problema es que Europa no está en condiciones de defenderse, no dispone de un ejército propio, la OTAN no fue creada para defender a Europa sino para defender a sus Estados miembros. Miren el mapa: quizá el próximo país en que Putin ponga sus ojos (si no lo ha hecho ya) será Moldavia, luego puede que Lituania…

Sostengo que, al margen del pacifismo básico que debe caracterizarnos a los europeos, ante la fuerza bruta y/o las locuras bélicas debemos disponer de un ejército europeo. La UE viene discutiendo sobre esta cuestión desde hace décadas pero, como la defensa es una competencia exclusiva de los estados miembros, supondría un coste muy importante y, además, a Estados Unidos no le agrada que Europa sea militarmente autosuficiente, no han sido capaces de ponerse de acuerdo.

No sé si la experiencia actual les servirá de aprendizaje; lo que sé es que sufre y sufrirá, sobre todo y más que nadie, el pueblo ucraniano, también el pueblo ruso y el resto de los pueblos europeos. Hay que parar esta locura y poner los medios para que no se repita en el futuro.