GETAFE/La piedra de Sísifo (23/05/2023) – A veces conviene parar, dar un par de pasos atrás y mirar todo con mayor perspectiva y, una vez acostumbrada la retina al fulgor deslumbrante, pero vacío, del fenómeno Díaz Ayuso, descubrimos qué la rodea, aúpa y jalea: la nada, pero no una nada convencional, silenciosa y aséptica, sino una nada malintencionada y letal; una nada dañina e impregnada de un aroma soporífero, que adormece la voluntad de todo el que la respira y para el que solo hay un antídoto: la conciencia.
La conciencia de saber que la Sanidad no se cría en los árboles y luego, la vamos cosechando según la necesitemos. La Sanidad Pública es uno de los mayores logros de nuestra sociedad y, probablemente, el pilar fundamental sobre el que se asienta el Estado del Bienestar pero, una Sanidad de servicios gratuitos, paradójicamente, no es gratis, la pagamos todos y cada uno de los contribuyentes con el objetivo de que, cada céntimo aportado, redunde en dotación de equipamientos, servicios y profesionales. Sin embargo, hay quien ha visto en la Sanidad Pública un descomunal banco de recursos que, cree Ayuso, podría estar mejor en manos privadas, concretamente las de grandes empresas que se echen al bolsillo miles y miles de millones de euros, a cambio de compensarnos con unas tiritas y, cuando una patología se agrava (en su lenguaje, cuando cuesta más dinero tratar), se lavan las manos y la derivan a los hospitales públicos.
La conciencia de conocer que hay ya cociéndose una iniciativa, en los despachos de la Puerta del Sol, que aboga descaradamente por implantar el modelo estadounidense; es decir y para entendernos, la apendicitis que ahora se trata gratuitamente con una intervención muy poco invasiva, se convertirá en una pesadilla en la que tendrás que pasar por caja, buscando ofertas, como con la verdura, para poder operarte por menos de 10.000 euros. Si esos son los precios para una vulgar apendicitis, ponte a imaginar, si eres capaz, el precio de un tratamiento para un cáncer; la ruina económica añadida a la terrible ansiedad provocada por un diagnóstico, cuyo solo nombre, ya asusta.
La conciencia de no olvidar qué hizo Ayuso en lo peor de la pandemia, cuando perpetró la infamia de las muertes de nuestros ancianos desamparados y abandonados a su suerte en las residencias de mayores (públicas). Todo como ejemplo de lo que esta gentuza es capaz de hacer en el momento en que se ven en la tesitura de dar o no coberturas a las personas más vulnerables.
Debemos votar y debemos hacerlo con conciencia porque la gracia de apelar a la “libertad” de Madrid para tomar cañas en una terraza, ya pasó. Porque parece una broma de mal gusto echar a la izquierda la culpa de todos los males del mundo, mientras ella comete todas las tropelías que venían en el catálogo de la maldad químicamente pura.
Debemos votar y debemos hacerlo con conciencia, también, porque seremos más felices.