¡Basta ya!

GETAFE/Todas las banderas rotas (01/04/2024) – 1. Hay un país (Rusia) que hace ya más de dos años invadió a otro país (Ucrania) provocando una guerra que dura hasta hoy con la excusa de que una parte del territorio ucraniano es ruso.

Hay un país (Israel) que, como respuesta al brutal ataque que recibió de una organización terrorista, atacó a otro país (Palestina) por tierra, mar y aire, de forma brutal e indiscriminada, con la excusa de que allí estaban los miembros de la organización que les había atacado.

En ambos casos la población civil es la víctima que, sin ser parte responsable de la disputa entre los gobiernos de Rusia, Ucrania, Israel y Palestina, sufre las consecuencias de la guerra.

Además de esas dos, diversas fuentes calculan que actualmente se mantienen activas alrededor de otras 30 guerras que, en el pasado año 2023, produjeron unas 120.000 víctimas mortales y una cantidad de heridos y mutilados muy difícil de calcular.

2. Según el último informe (2020) de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en esa fecha había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes lo que supone el 3,5% de la población mundial. La mayoría de ellos salen de su casa y de su tierra precisamente huyendo de alguna de las guerras anteriores; otros huyen de otras violencias, del hambre, de persecuciones políticas…

La OIM también informa de que, desde 2014 hasta finales de 2023, más de 50.000 personas han muerto durante los viajes que emprendieron para alcanzar una tierra de acogida. La mayoría no pudieron ser identificados, de los que sí, más de 9.000 eran africanos, 6.500 asiáticos y 3.000 americanos. En 2023, solo en el Mediterráneo –es decir, aquí mismo, a las puertas de nuestra casa-, se ahogaron unos 2.500.

3. Muchos científicos y diversas organizaciones, desde hace mucho tiempo, nos vienen avisando de las consecuencias negativas que tiene para la naturaleza –flora, fauna y seres humanos- la actividad que estos últimos vienen ejerciendo desde la revolución industrial hasta hoy:

Los gases de efecto invernadero hacen que las temperaturas aumenten, así como las sequías, la deforestación y la desertización. Como las temperaturas son más altas, las lluvias son menos frecuentes pero más intensas lo que provoca que las inundaciones y su gravedad aumenten. Estos cambios pueden provocar la propagación pandémica de enfermedades nuevas o ya olvidadas. Hay olas de calor muy elevado que derrite los glaciares de los casquetes polares lo que, a su vez, provoca el aumento del nivel del mar y eso  hará desaparecer muchas tierras costeras e, incluso, islas, lo que será causa de la emigración de muchas más poblaciones. Como consecuencia del aumento de la temperatura del mar, los huracanes se harán más numerosos y más violentos. Todo lo anterior provocará cambios en los ecosistemas y muchas especies animales intentarán adaptarse pero no todas podrán conseguirlo y desaparecerán. Igualmente, alimentos tan básicos como el trigo y otros escasearán lo que, a su vez, provocará hambrunas, aumento de precios y nuevos movimientos forzados de poblaciones.

4. Los partidos y organizaciones de ultraderecha y otros que tienen el objetivo común de establecer dictaduras y sistemas autoritarios están creciendo y ocupando rápidamente instituciones y gobiernos. Muchos dirán que mientras lo hagan mediante mecanismos democráticos no hay razón para quejarse; pero no olvidemos que lo que pretenden esos grupos es servirse de la democracia para acabar con ella, por lo que es lo mismo que si alguien te pide por favor, de muy buenas maneras, que le dejes entrar en tu casa para, pasado un tiempo de que se lo hayas permitido, echarte de ella.

Así es como está el mundo. Estos son, a mi juicio, los principales (no los únicos) problemas que debemos afrontar internacionalmente de forma solidaria, es decir, con los demás países y organizaciones que tienen nuestros mismos valores y objetivos, a los que deberíamos dedicar toda la atención y todos los esfuerzos. También en casa tenemos otros problemas añadidos a esos: los precios de los alimentos y de la vivienda ahogan a una gran parte de los españoles; la educación y la sanidad públicas que los gobiernos del PP han puesto en manos privadas para que hagan negocio; muchos de los derechos adquiridos con gran esfuerzo en años anteriores que la ultraderecha está aniquilando allí donde gobierna con el PP…

¿Y qué estamos haciendo, mientras tanto, en España? ¿A qué se dedican nuestros dirigentes, especialmente la oposición? A mirarse el ombligo, a escudriñar los detalles más nimios para poder meter el dedo en el ojo al adversario, a nada que importe, de manera real, a la ciudadanía ni que sirva para resolver, al menos en parte, todo lo anterior, pero, eso sí, hemos convertido el parlamento en una tasca donde nuestros representantes se comportan como camorristas que discuten a gritos con palabras cada vez más gruesas, insultos, menciones a familiares y faltas de educación que no permitiríamos a nuestros hijos o nietos; siguiendo este camino no me extrañaría ver cómo llegan a las manos algunos de los que dicen “¡baja aquí y dime eso a la cara!” (Raúl Valero, senador del PP ¡en una sesión del propio Senado, no en el bar!).

Al menos a mí me avergüenza que se insulte en público al presidente del Gobierno, que se utilicen las nefastas redes sociales para extender mentiras, bulos, más insultos… Y que lo hagan parlamentarios, ministros, presidentas de Comunidad, jefes de gabinete… Sobre la participación estelar de cierta prensa y ciertos “periodistas” en este vodevil no voy a entrar, solo recomiendo para quien quiera conocer un amplio resumen de lo que en ella se dice la lectura del siguiente artículo de José María Izquierdo en Eldiario.es: “¡Perdónanos, santa Isabel del vermú y ruega por nosotros, pecadores!”.

Y un poco más arriba he escrito con plena conciencia “hemos convertido…” porque, aunque los culpables, sin paliativos, son los políticos que se comportan así, tenemos responsabilidad los ciudadanos que se lo permitimos, que no les castigamos, que no hacemos nada por parar esta situación. José Saramago, en su impagable “Ensayo sobre la lucidez”, nos da una pista, se pregunta qué pasaría si el 83% de la población votara en blanco… El voto nulo o en blanco, si es consciente, supone un alto nivel de conciencia individual, pero no me parece deseable proponerlo en serio como posición  colectiva en unas elecciones concretas.

¿Hay, pues, alguna solución posible? Opino que solo los principales responsables tienen la posibilidad, al menos, de intentarlo y, por tanto, tienen la obligación de hacerlo. Desde la representación que cada uno tiene, desde el respeto que nos deben a todos sus representados, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo deben reunirse discretamente, sin cámaras ni publicidad, sin buscar provecho partidario y comprometerse PERSONALMENTE a acabar de forma  definitiva con los insultos y las alusiones personales y familiares por parte de sus respectivos partidos, a devolver las buenas formas y la dignidad a las instituciones.

A partir de ahí, discutan, argumenten, propongan con toda la dureza y la inteligencia de que sean capaces ofreciendo soluciones a los problemas reales, no a los que ellos se inventan, porque la gran mayoría de los ciudadanos estamos hartos: ¡BASTA YA!

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